Los soñadores y los transnochados.
De La Chinoise (1967) a La tercera generación (1979)
De La Chinoise (1967) a La tercera generación (1979)
Oh, desdichada generación,
llorarás, pero con lágrimas sin vida
porque acaso no sepas ni siquiera volver
a aquello que, no habiéndolo tenido, ni siquiera perdiste.
Pier Paolo Pasolini, La poesía de la tradición
El entierro prematuro
Fassbinder fue precoz. Y envejeció igual de rápido. Su cuerpo, según la autopsia, a los treinta y siete años parecía el de un cincuentón. En el rodaje de Querelle (1992), sobre todo con gafas, se ve mayor. Sin embargo, aunque cansada, su mirada seguía siendo la de un joven: contestatario en política –con la tendencia reactiva de toda contestación–, sexualmente indefinido –a pesar de la variedad de experiencias– y profesionalmente inmaduro –incluso con más de cuarenta películas a la espalda–, aunque más no sea por la compulsiva necesidad de hacer del trabajo un juego, apostando y probándose a sí mismo en lugar de asumir la seriedad de la labor remunerada y el destino de la producción comercial. De hecho, le quedaban menos de un año y medio de vida y tan sólo cinco películas –llegó a hacer siete en un año– por delante cuando declaró, al terminar Berlin Alexanderplatz (1979), que por fin se sentía seguro de su oficio de director. Tomándole la palabra, es posible decir que La tercera generación (Die Dritte Generation, 1979), realizada justo antes de emprender el prolongado rodaje de la mencionada miniserie, financiada en gran parte mediante el recurso de prometer a sus colaboradores trabajo en tal magna adaptación de la novela de Alfred Döblin, fue su última obra de formación, aun si las demostraciones de habilidad y maestría ya dadas entonces no desmerecen de las que daría después [...]