Botonera

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6.9.18

III. "RAINER WERNER FASSBINDER. SOLO QUIERO QUE ME AMEN", Jesús Rodrigo García (coord.), Shangrila 2018





Para Rainer, con amor y sordidez

Mariel Manrique


Rainer Werner Fassbinder


Veronika Voss: “Me has regalado la felicidad”.
Dra. Katz: “Te la he vendido”.
Rainer Werner Fassbinder,
Die Sehnsucht der Veronika Voss, 1982. 


El cuchillo de cocina del suicida no es solo un cuchillo, es el amante perdido. El revólver del asesino no es solo un revólver, es un falo. El mundo es desesperante porque todo puede ser, también, otra cosa. Todo puede ser, en definitiva, su contrario. La muerte es el maestro de Alemania. El sexo y el dinero son los maestros del mundo. Sexo, dinero y muerte son la tinta de la historia. De la Historia. “Las historias simples son las verdaderas”, decía Rainer. Hay que contarlas como quien cuenta una fábula a un niño, para ayudarlo a soportar la vida hasta la muerte. 

Como todos, Rainer solo quería que lo amaran. Como pocos, sabía que el amor no era el cambio sino lo que había que cambiar. Por eso desconfiaba del romanticismo revolucionario. Porque el amante entrega el látigo para que lo azoten y lo empuña para azotar, al mismo tiempo. El mundo es desesperante porque una sola cosa puede dividirse en dos, exactamente opuestas, y ser esas dos cosas, a la vez. Una mezcla constante. El desafío es no enloquecer. Rainer fue un eterno niño bipolar, desajustado, adicto a las mezclas de toda clase. Entiéndase el concepto de bipolaridad en su doble sentido material, de esplendor y estrago. Más que la noción de clase, a Rainer le interesaba la noción de minoría. Su corazón se comió el mundo, regido por un doble imperativo contradictorio, hasta que el mundo (que siempre es más fuerte que los bipolares) desconectó su corazón. Había nacido bajo el signo duplicado de Géminis y crecido como una flor: nadie le decía “no hagas esto”, ni “haz esto, o aquello”. Su corazón bombeaba sangre en la que se mezclaban la cocaína y el somnífero (salgamos a correr en la pista lúcida, vámonos a dormir al fondo de la noche). 

A los treinta y siete años, lo encontraron muerto frente a un televisor. De la nariz le chorreaba un hilo de sangre. Sus papeles de la última noche hablaban de Rosa Luxemburgo [...]