Botonera

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11.6.18

XII. "JOHN CASSAVETES. INTERIOR NOCHE", José Francisco Montero (coord.), Shangrila 2018




Escenario de la vida, escenario de la ficción:
sobre los personajes de John Cassavetes

Ignacio Pablo Rico


The Killing of a Chinese Bookie


[...] Entre las imágenes pergeñadas por el neoyorquino encontramos asimismo una serie de reflejos paródicos de una masculinidad en declive obligada a permanecer entre las sombras, que reivindica grotescamente su papel dominante en un mundo donde la mujer iba conquistando, a pasos agigantados, un mayor peso en términos de representatividad. Resultan sustanciales las apariciones de Mr. Sophistication (Meade Roberts) en The Killing of a Chinese Bookie, versión deslucida y populachera del Emcee de Cabaret (Bob Fosse, 1972). En una discusión con el protagonista, Cosmo Vitelli (Ben Gazzara), Mr. Sophistication se lamenta de que, pese a ser el maestro de ceremonias del show, las chicas que bailan se lleven todo el protagonismo, hasta el punto de enmudecerlo delante de la audiencia. Esta pantomima sarcástica es una reverberación de la manera en que Cosmo entiende su propia masculinidad.

Pese a tratarse de un empresario íntimamente ligado a su negocio, implicado con sus empleados, buen conocedor de los espectáculos que tienen lugar sobre las tablas e incluso ocasional coreógrafo, la puesta en imágenes de la película reafirma una y otra vez su papel subsidiario en las sucesivas representaciones pero, también, en la narrativa de su propio yo. Él ha hecho de sí mismo una performance de la masculinidad soñada, con su sonrisa perenne y su galantería patriarcal con las bailarinas, ya desde su estilosa introducción en plano secuencia. Su carta de presentación cuando decide ir a apostar a otro local son las strippers, quienes le acompañan en la trágica aventura, como si fuera incapaz de definirse a sí mismo sin demostrar frente a los demás aquello que posee. Su propio ideal de una masculinidad superdotada en la vida privada y en la profesional estalla en el desenlace: Cosmo camina sonriente, probablemente herido de muerte, habiendo echado a perder el club que fundó y la relación con su novia, temerosa del lío en el que el protagonista se ha metido. Su sonrisa nos incita a creer que no ha renegado de esa hombría falsa que ostenta desde que lo conocemos, como si se tratara de un personaje de Juan Carlos Onetti –o del John de Too Late Blues–: la ilusión perdura mientras uno siga creyendo en ella. Pero desde el instante inicial somos conscientes de que la elegancia de Cosmo es falaz –regenta un club de la peor calaña– y que ni siquiera en el Crazy Horse West ha sido más que el impulsor invisible de una serie de shows llamados al olvido; como, por otra parte, todo acto y empresa con afán de trascendencia, tal como reafirman las sombrías cualidades fotográficas que rodean al personaje y, sobre todo, un último plano que, recuperando a Mr. Sophistication, subraya el carácter de gran bufonada cósmica de la existencia [...]