Botonera

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21.6.18

III. "EL EJERCICIO HA SIDO PROVECHOSO, SEÑOR. PALABRAS SOBRE EL CINE, Serge Daney, Shangrila: 2018




(2) Presentación de
El ejercicio ha sido provechoso, Señor
Palabras sobre el cine, de Serge Daney

Jean-Claude Biette



Moonfleet, Fritz Lang, 1955 / Serge Daney



Serge Daney supo muy joven que no estaba poseído por el deseo de hacer películas. Quizá sus ensoñaciones lo conducían a veces en esa dirección, pero jamás se detuvo allí. Amaba sobre todo ver las películas de los otros, entrar en su funcionamiento, definir algunos principios singulares, hacer comparaciones con su sentimiento pasajero del mundo, dejar reposar, encontrar otros principios, en otra parte, algunas películas más lejos, conectar, olvidar, regresar, hablar, escribir, encontrar un espacio y un público.

Veía las películas, creo, como quien ve a actores de una compañía inmensa en la que, en la divina comedia del cine, incluso los figurantes tienen un rol que interpretar, y las incompatibilidades escandalosas, una parte que sostener. Vio a esa compañía abandonar la escena protectora de los teatros, dividirse, perder un poco de su alma en el camino e irse, cada uno a lo suyo, rumbo a los poco seguros laberintos mediáticos. Acompañó los tiempos que cambiaban, que se oscurecían, consignando lo que los filmes súbitamente le dictaban acerca del mundo, pero la escritura no era sino una etapa transitoria. Daney tenía más bien como pasiones la palabra –ensayada, propuesta, lanzada como una pelota, retomada como un eco, mantenida en alerta– y su alter ego físico, la marcha a pie: uno le daba, desde el fondo de sí mismo, coraje al otro. Luego de 1968, los numerosos viajes delimitaron en él una suerte de vasta “nomad’s land” donde se consumó el encuentro sosegado del mundo y su examen. Pero uno de ellos tuvo que ser, después, el decorado. Daney también amaba esa soledad que vela sobre el buen estilo de un texto donde todavía sabía guardar, viva, la huella de una palabra desposeída. Y que concede asimismo un lapso de silencio a cada lector que teme no escuchar el fresco susurro de la vida en el corazón de lo que lee.
    
A ese deseo de escucha solitaria atribuyo la pasión, táctil y visual, que Daney tuvo, casi siempre, por los libros. Había reunido gran parte de sus textos publicados en los Cahiers du Cinéma entre 1970 y 1981 en La Rampe; luego, en Ciné-Journal (1), los textos escritos en el marco de sus responsabilidades diarias en la sección Cine de Libération entre 1981 y 1986 y, finalmente, en Le salaire du zappeur (2) y Devant la recrudescence des vols de sacs à main, los artículos publicados en Libération que tenían por objeto la televisión ordinaria, los filmes filtrados por la televisión y los acontecimientos del mundo socializados por esta última. En 1986, cuando abandona la dirección de la sección Cine de su diario, Daney sueña con fundar una revista. Recién en 1991 pudo hacerla. Fue Trafic

1. [N. de T.]: Cine-diario, Valencia: Shangrila (en prensa). 

2. [N. de T.]: Hay traducción castellana: El salario del zapeador, Santander: Shangrila, 2016. 


Pero tenía otro sueño: escribir un libro “verdadero”. Economizando sus últimas fuerzas para su revista, no pudo terminar sino un solo capítulo, Le travelling de Kapo (3), que destinó, al no poder escribir más, a la apertura del número 4 de Trafic. Ese libro, que hubiera debido dar cuenta de su propia vida leída en relación con esa vida más vasta que el cine le había revelado y dado la misión de conocer, debía contener una discreta lección moral cuya designación conmovedora él encontraba en una réplica del niño John Mohune, pronunciada muchas veces en Moonfleet, de Fritz Lang, que él deseaba emplear en su versión francesa y que sirve de título a la presente recopilación. Desde 1988 hasta fines del año 1991, Serge Daney anotó en los disquetes de su ordenador sus reflexiones, sus preguntas, sus hipótesis, sobre filmes, cineastas, fenómenos sociales o políticos mediatizados. Algunos sirvieron de material de base para artículos, otros no, pero todos fueron revisados y corregidos con la perspectiva de un diario de a bordo –continuado, en forma más reducida, en los primeros números de Trafic– en el que se relatara lo que él sabía que sería su última travesía de las apariencias. 


3. [N. de T.]: Incluido como primer capítulo en Persévérance, París: P.O.L, 1994 [trad. cast.: Perseverancia, Santander: Shangrila, 2015, pp.15-34]. 


Nada se dice allí de su enfermedad, que sin embargo, por una suerte de solidaridad fraterna y con una neutra obstinación, hizo pública. A lo sumo puede observarse, a partir de 1990, una radicalización de sus puntos de vista, con esa impiadosa aceleración del pensamiento que reduce las cosas a su dibujo. Algunos probables errores de fechas subsisten en el año 1988, pero no afectan el orden de estos textos. 

A pesar de la abundancia de textos reunidos en este volumen, un cierto número de ideas o de sentimientos expresados oralmente no fueron escritos. No he olvidado esa imagen que un día le vino a la cabeza a Serge hablando de las sinfonías de Bruckner, respecto de las que, al detectar esa experiencia de la marcha en el bosque que él también tenía, dijo: “Se ve muy bien, en sus sinfonías, que hay en ellas pausas-claros”. En el curso del verano de 1991, Serge Daney partió a los Vosgos para hacer, por última vez, largas marchas a pie.