Look at the Face, Pawel Kogan, 1968
Un objeto artístico siempre nos interpela y nos encuentra. Es el campo de batalla donde nuestra mirada se escinde entre la superficie y lo que nos interroga desde ella. En Look at the Face (Pàvel Kogan, 1968) somos espectadores de las miradas de los visitantes al Museo del Hermitage de San Petersburgo ante la Madonna Litta de Leonardo da Vinci. Las puertas se abren rompiendo el silencio del invierno que calla en el exterior del edificio. Los turistas irrumpen, la guía les lleva al encuentro con el cuadro. ¿O es que la Virgen les está esperando? La mirada del niño que la Virgen sostiene, vuelto hacia nosotros, entre la sorpresa y la calma, parece saludarnos. Desde allí, nos mira y nos asedia. Lo que vemos en el resto de la película es una sucesión de rostros con ojos atentos y bocas entreabiertas que parecen alejadas de las explicaciones de los guías. Son las reacciones a un choque físico, el de dos miradas: una del pasado y otra del presente que se filma. Nosotros, también como espectadores de la película, colisionamos. En realidad se solapan tres miradas distanciadas en el tiempo: la mirada desde el cuadro, la de los visitantes y la nuestra, unidas como en un eje en un mismo plano. Pero lo que hay tras las miradas que se manifiestan ante nosotros en el filme permanece oculto, opaco. ¿Con qué se han encontrado las miradas de ojos extraviados de los niños y los ancianos del Hermitage? ¿Adónde se asoman?
Look at the Face, Pawel Kogan, 1968
Una de las guías apunta una posible respuesta: “nosotros creamos la sonrisa del niño en el cuadro”. Es decir, nosotros decidimos con qué quedarnos y dónde asomarnos. Nuestra mirada crea preguntas sobre las obras [...]
Salas de un museo.
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