Botonera

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31.1.18

IV. "KINO DELIRIO. EN PRESENCIA DE UNA IMAGEN", Roberto Amaba, Shangrila 2018





Veinticuatro ojos (Keisuke Kinoshita, 1954)



VACUNA CONTRA EL APOCALIPSIS


Veinticuatro ojos (Nijûshi no hitomi, Keisuke Kinoshita, 1954) no es Los niños del paraíso (Hachi no su no kodomotachi, Hiroshi Shimizu, 1948). Ninguna película puede serlo. Kinoshita tampoco tiene la misma destreza para manejar y cambiar los tonos que Ozu, Naruse o el propio Shimizu. Se instala en uno mixto –apacible, sincero– y le cuesta cambiarlo. La pobre Fujiko, a cuya familia van a desahuciar, no puede escribir nada sobre el futuro. ¿Alguien que no sea un transhumanista trasnochado puede? Es de suponer que la Señorita Guijarro le concediera el único sobresaliente del ejercicio de redacción. Yo lo habría hecho. Porque no poder escribir sobre el futuro no implica entregarse al apocalipsis. Hace tiempo que lo estamos haciendo gracias a su capacidad de seducción, a su influjo hipnótico sobre la estética. Es comprensible que la política y los medios de comunicación vendan el deseo, pero resulta inconcebible que el arte y la intelectualidad no cuestionen la mercancía. Y que además la cultiven. No es extraño que luego se tomen en serio las banalidades de Naomi Klein.

Decía que Veinticuatro ojos no es ninguna obra maestra. No lo necesita. Algunos nos conformamos con poco, apenas con unos versos estoicos, con un mendrugo de pan y un cuenco de leche. Si queréis fabricar algo distinto a un apocalipsis, contad conmigo y con la hermosa Señorita Guijarro. Una mujer capaz de rehabilitar la verdad biológica y las ficciones culturales en torno al concepto de humanismo.