PORNOGRAFÍA Y FILOSOFÍA
Marco Antonio Núñez
Fotografía de un burdel en París, años ‘30
Preliminares
Pensar la pornografía implica aplicar la razón a una realidad esencialmente irracional. Articular en un discurso imágenes que vulneran los códigos semióticos y se muestran refractarias al sentido. Problematizar un fenómeno que apareja, ya en su propia constitución, el litigio, al transgredir cierta normatividad social edificada sobre discursos morales. En fin, pensar la pornografía supone pensar el límite y desde el límite, tanto semiótico como hermenéutico o moral.
Es claro que la pornografía no es un concepto reciente, pero no es menos cierto que su difusión masiva llega con la tecnología audiovisual en las últimas décadas del siglo XX, suscitando una polémica sin visos de concluir por más que su consumo tácito esté, de facto, socialmente aceptado.
Por ello, la pornografía reclama una atención rigurosa y desprejuiciada, atenta a su naturaleza y posibles efectos colaterales. En la pionera Pensar la pornografía, Ruwen Ogien (2002), argumentaba contra los que sostienen que la pornografía es degradante para el sexo femenino, corrompe a la juventud o engendra conductas violentas, parapetado desde el compromiso con una “ética de mínimos” en absoluto incompatible con aquella. Recientemente, Susan Dwyer, con voluntad más didáctica que polémica, trazaba en “Pornography” (2009) las líneas maestras de una aproximación filosófica al fenómeno de la imagen pornográfica a partir de las siguientes cuestiones: “What is it? How is it to be defined? What are its effects? How, if at all, ought it to be regulated?”.
De inmediato reparamos en que urge abordar el problema de la “esencia”, ensayar una respuesta a la pregunta por excelencia, ¿qué es la pornografía? ¿cuáles son sus rasgos distintivos respecto, por ejemplo, del erotismo? Distinción esta nada azarosa, pues resulta crucial para el argumentario feminista.
El siguiente paso será concretar una “definición” plausible de “pornografía”. Empresas, una y otra, nada sencillas. A este respecto, es célebre el aserto del abogado Potter Stewart : “Sé lo que es cuando la veo”. Y menos inocente de lo que pudiera parecer, pues se trata de una definición que apunta ya a la conexión misma entre cognición y percepción. Definición fallida que anuda el saber sobre la sexualidad con la intervención de la mirada, como elementos primeros que articulan la imagen pornográfica. Por lo tanto, lo pornográfico no existe en el acto sexual en sí, reclama la intrusión de una mirada externa, el tercero excluido de la acción pero copartícipe desde la contemplación, el espectador propietario de una mirada alienada en su fantasía de goce [...]
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