ONTO-PORNO-GRAFÍA: CONCEPTO Y
SENTIDO DE LA RELACIÓN
LENGUAJE-SEXO EN LA INDUSTRIA PORNOGRÁFICA
SENTIDO DE LA RELACIÓN
LENGUAJE-SEXO EN LA INDUSTRIA PORNOGRÁFICA
Carlos Garijo
En los heroicos tiempos en que dioses y diosas
amaban, iban juntos mirada, deseo y goce.
Goethe
amaban, iban juntos mirada, deseo y goce.
Goethe
Una madrugada de 1938. Un viejo M1903 permanece oculto envuelto en una manta grisácea llena de agujeros, semejante a una constelación que ha perdido su brillo. Una figura anónima aparta una alfombra de rastrojos amarillentos, como si estuviera barriendo un sol, y abre una trampilla. Se apodera del rifle e introduce en él cinco balas. Antes había cargado un revólver que guardaba en la mesilla de noche y se lo había entregado a su mujer. Volveré sano y salvo, consiguió decir. Monta en su antiguo Ford T y se dirige hacia el centro de la ciudad a toda velocidad, escuchando la radio y, mientras conduce, cree ver cómo Marte vuelve a centellear en la inmensa negrura de la noche. Apretando contra su pecho un rosario que colgaba de su cuello, esperaba una señal como esperó las bombas en las trincheras de la Ofensiva de los Cien Días. Cuando llega a la plaza del pueblo, comprueba, no sin cierto alivio, que esta había sido tomada por hombres como él que, rifle en mano, ya estaban preparando una milicia urbana. Una sensación de angustia, de neurosis, volvió a cruzar su espíritu.
Era 30 de Octubre y Orson Welles había retransmitido una falsa invasión alienígena. Las estrellas brillaban con un guiño especial a los hombres que se reunían armados hasta los dientes bajo el manto azul espectral con el que la luna llena les arropaba. Recordaba que iba a ser otra noche larga y ya podía sentir esa sensación que solo los hombres que han combatido, que han disparado al enemigo, conocían. Una noche de astucia y terror. Una noche de realidad y ficción.
Lo acontecido aquella noche ilustra perfectamente lo que ocurre cuando lo ficcional se transforma en real: las personas se convierten en personajes y la ficción irrumpe sobre la superficie de la realidad como un leviatán dispuesto a arrasar los designios de lo humano. No es una mera indistinción de aquello que sucede entre el sueño o la vigilia: las aguas no pueden contener algo que subyace en la intimidad del océano de uno. Es una pesadilla de la cual, cuando uno despierta, aún conserva las heridas como si esta mentira revelara un secreto profundo del observador, un trauma sublimado, como si los símbolos que la pantalla emite descubrieran un resentimiento inquietante o un deseo fallido en la constitución del yo [...]
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