Interfaz
Introducción, 3
[...] Llevo algún tiempo abogando por las virtudes del modo ensayo como la forma más adecuada para exponer en la actualidad el pensamiento, como la mejor manera de describir la realidad compleja en la que estamos inmersos. Asimismo, he teorizado sobre la aparición de un nuevo tipo de imagen, fluida e interactiva, que supone en el campo de la tecnología, especialmente la digital, el dispositivo correspondiente a la forma ensayo: se trata, de la imagen interfaz. En ambos casos nos encontramos ante formulaciones fluidas portadoras de un pensamiento denominado débil y una lógica tildada de difusa. Muy probablemente el lector se estará preguntando si estas formas indeterminadas de pensamiento no se corresponden con el estado de perenne confusión que Aleksei German nos muestra en su película [Qué difícil es ser un dios, 2013]. No cabe duda de que puede ser así, pero solo en un primer estadio del proceso, el de la descomposición de las estructuras anteriores, que desembocará ineludiblemente en un cenagal si, en el transcurso del mismo, se diluye la conciencia. Necesitamos urgentemente adaptarnos al nuevo entorno, como el primer pez que salió del agua y tuvo que desarrollar nuevas formas de respirar, nuevas maneras de trasladarse, de ver y de oír. De lo contrario, si nos quedamos en la añoranza de lo perdido, nada evitará que no sumerjamos en esa Edad Media prototípica, mucho peor que lo que realmente fue nuestra Edad Media histórica.
Adaptación es el concepto clave en este contexto. Hace algún tiempo, se puso de moda hablar de hibridación y de mestizaje, dos formas de entender la creciente impureza del pensamiento, el arte y la propia realidad contemporáneos. Hibridación y mestizaje eran dos maneras de empezar a comprender la complejidad. Pero hablar de adaptación significa avanzar un poco más por este camino.
Plantearse hoy los problemas de la adaptación es ir mucho más lejos que los simples mecanismos por los que un tema pasa de un medio a otro; significa dejar atrás fronteras artificiales que nos llevaban a actuar y pensar lineal y mecánicamente y que, en consecuencia, acababan por eliminar toda actuación y todo pensamiento, convertidos en simples engranajes no humanos. La diferencia entre el mundo de German y el de la modernidad agotada es el mismo que existe entre un imponente castillo y el foso de aguas cenagosas que lo rodean. Ambos forman un conjunto, ninguno de cuyos elementos tiene futuro en un mundo que debe ser racional de otra forma.
La adaptación, tal como yo la concibo, no conduce, como lo híbrido, a un collage de factores dispares; ni desemboca, como el mestizaje, en una mezcla indiscriminada de los mismos. La adaptación es, por el contrario, un proceso: el proceso que llevaría, de culminarse, a una hibridación o a un mestizaje, a una mezcla o un resultado concreto. Se trata, sin embargo, de un proceso que no termina nunca, un proceso puro, convertido él mismo en finalidad. Adaptar implica instalarse permanentemente entre los dos o varios polos de una traslación, situarse en unos intersticios que están siempre en movimiento porque es en el movimiento donde reside el motor de la reflexión. La máxima agustiniana del solvitur deambulando, es decir, la idea de que los problemas se resuelven caminando, a través del desplazamiento, implica en síntesis esta relación primordial entre el movimiento y el pensar. Si traducir –otra forma de adaptar– es trasvasar significados de una lengua a otra, la adaptación implica la lengua media que se crea entre esas dos durante el proceso de traducción. Es una operación intersticial constantemente activada por el trabajo que supone la conciliación entre elementos diversos, sin privilegiar ninguno de ellos, sin que ninguno sea punto de partida ni punto final: no es posible detener el transcurso de la adaptación porque el resultado desembocaría siempre en lo inadaptado, es decir, en lo ajeno a la zona intermedia, al espacio que pertenece a un lado de alguna de las fronteras que rodean el territorio en constante ebullición de las adaptaciones.
Existe un término empleado principalmente en la física cuántica que nos puede ayudar a comprender los procesos de la adaptación. Se trata de “entanglement”, que tanto puede traducirse como “enredo” que como “entrelazamiento”. Esta dicotomía ilustra perfectamente la situación en la que se encuentran los conceptos en la actualidad, la existencia de esas encrucijadas de las que hablaba antes: concurren en el ámbito social, entendido este en un sentido muy amplio, posibilidades y realidades de “entanglements” que implican un enredo, y por tanto nos retrotraen a la Edad Media prototípica, la del filme de German. Pero, al mismo tiempo, constan posibilidades y realidades de “entanglements” que suponen, por el contrario, entrelazamientos, y estas nos llevan a una nueva forma positiva, y progresista, de contemplar la realidad.
Suscribo la posición de la física y teórica del feminismo estadounidense Karen Barad cuando afirma que no está interesada «en contribuir a romantizar o mistificar la teoría cuántica» [1] al desplazar el concepto de “entanglement” desde la física a las ciencias sociales. Como científica, lo que le interesa a Barad es, según dice, «el compromiso con un diálogo riguroso acerca de los aspectos particulares de discursos específicos de la física cuántica y sus implicaciones». [2] Yo también considero que existe una conexión intrínseca entre los distintos tipos de pensamiento que circulan por nuestra cultura, y que, por lo tanto, las implicaciones de cada uno de ellos alcanzan a todos los demás. No tiene sentido, ni es honesta, la postura de esos científicos que pretenden blindar cada disciplina para evitar cualquier tipo de contaminación, como si la realidad pudiera almacenarse en una lata de conservas. También Mieke Bal, al referirse a lo que denomina conceptos viajeros, abunda en esta condición transversal o expansiva del pensamiento y los productos culturales. Los conceptos, según Bal, «no solo viajan entre disciplinas, lugares y tiempos, sino también dentro de su propia conceptualización, en este caso, viajan guiándose por los objetos que encuentran». [3]
1. BARAD, Karen, Meeting the Universe Halfway. Quantum Physics and the Entanglement of Matter and Meaning, Londres: Duke University Press, 2007, p.68.
2. Ib.
3. BAL, Mieke, Conceptos viajeros en las humanidades. Una guía de viaje, Murcia: Cendeac, 2009, p.66.
El término “entanglement” designa en la física cuántica la situación en la que se hallan dos o más objetos que muestran un estado único capaz de involucrar a todos los elementos del sistema, aun cuando estén separados espacialmente. Si representamos visualmente estos entrelazamientos, veremos que aparece en ellos la posibilidad de establecer circuitos capaces de recorrer de formas diversas el sistema general de los objetos a los que conectan de muchas maneras diferentes. Se trata de conjuntos que podríamos equiparar al concepto de “constelación” que teorizaron Adorno o Benjamin. Estos entrelazamientos forman un tejido que puede activarse de distintas maneras a través de la formación de los circuitos pertinentes. Los circuitos no son, por lo tanto, estables, sino que dependen de los flujos instituidos entre los contactos pertinentes: cada nuevo circuito cambia la polaridad del sistema en su conjunto. El concepto de adaptación se aplicaría a estos cambios de estructura del sistema en el momento en que los circuitos internos, los flujos, se distribuyen a través de nuevos contactos. El sistema se desarrolla pues a través de constantes estados de adaptación [...]
Adaptación es el concepto clave en este contexto. Hace algún tiempo, se puso de moda hablar de hibridación y de mestizaje, dos formas de entender la creciente impureza del pensamiento, el arte y la propia realidad contemporáneos. Hibridación y mestizaje eran dos maneras de empezar a comprender la complejidad. Pero hablar de adaptación significa avanzar un poco más por este camino.
Plantearse hoy los problemas de la adaptación es ir mucho más lejos que los simples mecanismos por los que un tema pasa de un medio a otro; significa dejar atrás fronteras artificiales que nos llevaban a actuar y pensar lineal y mecánicamente y que, en consecuencia, acababan por eliminar toda actuación y todo pensamiento, convertidos en simples engranajes no humanos. La diferencia entre el mundo de German y el de la modernidad agotada es el mismo que existe entre un imponente castillo y el foso de aguas cenagosas que lo rodean. Ambos forman un conjunto, ninguno de cuyos elementos tiene futuro en un mundo que debe ser racional de otra forma.
La adaptación, tal como yo la concibo, no conduce, como lo híbrido, a un collage de factores dispares; ni desemboca, como el mestizaje, en una mezcla indiscriminada de los mismos. La adaptación es, por el contrario, un proceso: el proceso que llevaría, de culminarse, a una hibridación o a un mestizaje, a una mezcla o un resultado concreto. Se trata, sin embargo, de un proceso que no termina nunca, un proceso puro, convertido él mismo en finalidad. Adaptar implica instalarse permanentemente entre los dos o varios polos de una traslación, situarse en unos intersticios que están siempre en movimiento porque es en el movimiento donde reside el motor de la reflexión. La máxima agustiniana del solvitur deambulando, es decir, la idea de que los problemas se resuelven caminando, a través del desplazamiento, implica en síntesis esta relación primordial entre el movimiento y el pensar. Si traducir –otra forma de adaptar– es trasvasar significados de una lengua a otra, la adaptación implica la lengua media que se crea entre esas dos durante el proceso de traducción. Es una operación intersticial constantemente activada por el trabajo que supone la conciliación entre elementos diversos, sin privilegiar ninguno de ellos, sin que ninguno sea punto de partida ni punto final: no es posible detener el transcurso de la adaptación porque el resultado desembocaría siempre en lo inadaptado, es decir, en lo ajeno a la zona intermedia, al espacio que pertenece a un lado de alguna de las fronteras que rodean el territorio en constante ebullición de las adaptaciones.
"Entanglement" (Entrelazamiento / Enredo)
Existe un término empleado principalmente en la física cuántica que nos puede ayudar a comprender los procesos de la adaptación. Se trata de “entanglement”, que tanto puede traducirse como “enredo” que como “entrelazamiento”. Esta dicotomía ilustra perfectamente la situación en la que se encuentran los conceptos en la actualidad, la existencia de esas encrucijadas de las que hablaba antes: concurren en el ámbito social, entendido este en un sentido muy amplio, posibilidades y realidades de “entanglements” que implican un enredo, y por tanto nos retrotraen a la Edad Media prototípica, la del filme de German. Pero, al mismo tiempo, constan posibilidades y realidades de “entanglements” que suponen, por el contrario, entrelazamientos, y estas nos llevan a una nueva forma positiva, y progresista, de contemplar la realidad.
Suscribo la posición de la física y teórica del feminismo estadounidense Karen Barad cuando afirma que no está interesada «en contribuir a romantizar o mistificar la teoría cuántica» [1] al desplazar el concepto de “entanglement” desde la física a las ciencias sociales. Como científica, lo que le interesa a Barad es, según dice, «el compromiso con un diálogo riguroso acerca de los aspectos particulares de discursos específicos de la física cuántica y sus implicaciones». [2] Yo también considero que existe una conexión intrínseca entre los distintos tipos de pensamiento que circulan por nuestra cultura, y que, por lo tanto, las implicaciones de cada uno de ellos alcanzan a todos los demás. No tiene sentido, ni es honesta, la postura de esos científicos que pretenden blindar cada disciplina para evitar cualquier tipo de contaminación, como si la realidad pudiera almacenarse en una lata de conservas. También Mieke Bal, al referirse a lo que denomina conceptos viajeros, abunda en esta condición transversal o expansiva del pensamiento y los productos culturales. Los conceptos, según Bal, «no solo viajan entre disciplinas, lugares y tiempos, sino también dentro de su propia conceptualización, en este caso, viajan guiándose por los objetos que encuentran». [3]
1. BARAD, Karen, Meeting the Universe Halfway. Quantum Physics and the Entanglement of Matter and Meaning, Londres: Duke University Press, 2007, p.68.
2. Ib.
3. BAL, Mieke, Conceptos viajeros en las humanidades. Una guía de viaje, Murcia: Cendeac, 2009, p.66.
El término “entanglement” designa en la física cuántica la situación en la que se hallan dos o más objetos que muestran un estado único capaz de involucrar a todos los elementos del sistema, aun cuando estén separados espacialmente. Si representamos visualmente estos entrelazamientos, veremos que aparece en ellos la posibilidad de establecer circuitos capaces de recorrer de formas diversas el sistema general de los objetos a los que conectan de muchas maneras diferentes. Se trata de conjuntos que podríamos equiparar al concepto de “constelación” que teorizaron Adorno o Benjamin. Estos entrelazamientos forman un tejido que puede activarse de distintas maneras a través de la formación de los circuitos pertinentes. Los circuitos no son, por lo tanto, estables, sino que dependen de los flujos instituidos entre los contactos pertinentes: cada nuevo circuito cambia la polaridad del sistema en su conjunto. El concepto de adaptación se aplicaría a estos cambios de estructura del sistema en el momento en que los circuitos internos, los flujos, se distribuyen a través de nuevos contactos. El sistema se desarrolla pues a través de constantes estados de adaptación [...]