The Midnight Ride of Paul Revere, Grant Wood (1931);
Landschaft nach einem Gewitter, Joseph Anton Koch (c. 1830)
El dilema, Michael Mann, 2001
Landschaft nach einem Gewitter, Joseph Anton Koch (c. 1830)
El dilema, Michael Mann, 2001
[...] resulta inevitable pensar en Grant Wood y su The Midnight Ride of Paul Revere (1931). Pero esa referencia, acaso elemental para un espectador estadounidense, no basta para descubrir el modelo que usó Michael Mann para conformar el mural-pastiche que domina la habitación. La solícita y solicitada ayuda de Roberto Amaba nos pone sobre la pista concluyente: Joseph Anton Koch y su Landschaft nach einem Gewitter (c. 1830).
De la suma estética y argumental de esos dos óleos tenemos una pared que circunscribe y define a un personaje, o más bien a su mente, alienada durante unos segundos por una apacible visión. En medio de un horizonte pictórico que se disuelve, en medio de un extravío introspectivo en panorámico, Jeffrey Wigand, científico reconvertido en mensajero, resulta ser su propio paisaje después de la tormenta.
Los personajes de Mann tienden a la soledad, la ruptura, la desobediencia. Avanzan abrumados por las paradojas de la identidad personal y la libertad, marcados por un pasado doliente (esas alusiones en su obra a las figuras paternas...) y desplegando las más de las veces un carácter fraguado en el desarraigo. Seres individuales que, frente al otro, manifiestan la naturaleza competitiva de las relaciones humanas, o cómo la identidad parece encadenada a la propia capacidad de controlar el espacio que nos rodea. El espacio o las palabras, pues aquí componen una unidad de acción.
El empleo de las palabras resulta clave para entender la denuncia implícita en El dilema. Tan implícita como ajena a la militancia, conviene precisar. Una denuncia que parte de uno de los rudimentos de la posmodernidad, aquel que apunta hacia la relatividad de la verdad. Aquí, esta idea está estrechamente relacionada con los modos de representación manejados y manoseados por los medios de comunicación. La historia de Jeffrey Wigand no es la única que acapara la atención de la prensa: en el marco temporal de la película (1995-1996) conviven Theodore Kaczynski y O.J. Simpson. (Tres preguntas al brumoso aire de la posmodernidad: ¿Debe y/o puede el periodismo participar en la elaboración de una ficción? ¿Deben y/o pueden los medios congeniar con la dramatización de la realidad? ¿Deben y/o pueden los ciudadanos conocer cómo se obtiene una noticia? La película no explicita respuestas) [...]
Los personajes de Mann tienden a la soledad, la ruptura, la desobediencia. Avanzan abrumados por las paradojas de la identidad personal y la libertad, marcados por un pasado doliente (esas alusiones en su obra a las figuras paternas...) y desplegando las más de las veces un carácter fraguado en el desarraigo. Seres individuales que, frente al otro, manifiestan la naturaleza competitiva de las relaciones humanas, o cómo la identidad parece encadenada a la propia capacidad de controlar el espacio que nos rodea. El espacio o las palabras, pues aquí componen una unidad de acción.
El empleo de las palabras resulta clave para entender la denuncia implícita en El dilema. Tan implícita como ajena a la militancia, conviene precisar. Una denuncia que parte de uno de los rudimentos de la posmodernidad, aquel que apunta hacia la relatividad de la verdad. Aquí, esta idea está estrechamente relacionada con los modos de representación manejados y manoseados por los medios de comunicación. La historia de Jeffrey Wigand no es la única que acapara la atención de la prensa: en el marco temporal de la película (1995-1996) conviven Theodore Kaczynski y O.J. Simpson. (Tres preguntas al brumoso aire de la posmodernidad: ¿Debe y/o puede el periodismo participar en la elaboración de una ficción? ¿Deben y/o pueden los medios congeniar con la dramatización de la realidad? ¿Deben y/o pueden los ciudadanos conocer cómo se obtiene una noticia? La película no explicita respuestas) [...]
Fragmento de:
El dilema: hombre corrientes, hombres extraordinarios
El dilema: hombre corrientes, hombres extraordinarios
Raúl Pedraz