Botonera

--------------------------------------------------------------

26.11.16

IX. "CUADERNO DEL PAISAJE. MATERIALES PARA UN ENSAYO CINEMATOGRÁFICO SOBRE LA GUERRILLA REPUBLICANA ASTURIANA", RAMÓN LLUÍS BANDE, Shangrila, 2016.




Equí y n'otru tiempu, Ramón Lluís Bande, 2014 - En esta cuadra de Vallifresnu, en los montes de Santa Bárbara (Samartín del Rei Aurelio), la Guardia Civil asesinaba a Andrés Llaneza Rozada, el Gitano. Era el día 31 de julio de 1952.



He visto últimamente algunas películas que hablan de cómo el cine aborda el tiempo en la contemporaneidad. Nada que ver con Deleuze, o quizá sí. En cualquier caso, la imagen-tiempo ya no es lo que era. Ya no se trata de ver el modo en que el tiempo transcurre en un plano, o en una escena, sino la manera en que se inscribe. En el cine clásico, la imagen evoca el tiempo pasado, por ejemplo. Construye otra imagen (imagen ausente, la he llamado a veces) que no tiene nada que ver con la que estamos viendo, o como mucho alude a otra posibilidad paralela, o a cómo se hubiera podido ver eso de haber estado narrado de otro modo. En cambio, en el cine contemporáneo (eso que vemos ahora, mientras escribimos o hablamos de cine: no se me ocurre otra manera mejor de definirlo), la imagen incluye todos los tiempos. Hay que tener cuidado (yo he de tener cuidado) porque eso puede conducir a equívocos. Podemos decir: también eso sucedía en el cine clásico. ¿Qué hay de las famosas escenas de tumbas de John Ford? Pero no, no se trata de eso. Cuando vemos a John Wayne frente a una tumba, vemos a un hombre frente al pasado, y la frontera se establece mediante la puesta en escena, a través del plano y el decorado, de la música y el punto de vista. Nada de eso existe en el cine contemporáneo. La frontera puede estar en el plano, pero todo convive en él, como si el tiempo se hubiera anulado a sí mismo y constara solo de una dimensión, por múltiple que sea. En una imagen de Yo anduve con un zombie (I Walked with a Zombie, 1943), de Jacques Tourneur, el pasado rebrota de pronto. En una imagen de Puro vicio (Inherent Vice, 2014), de Paul Thomas Anderson, el pasado está ahí, presto a convivir con el presente con el mismo derecho de representación simultánea. 

He visto últimamente algunas películas que hablan de eso, decía. Mencionaré pocas, no hay más opción. En Equí y n’otru tiempu (2014), de Ramón Lluís Bande, los guerrilleros asturianos de izquierdas asesinados durante el franquismo no aparecen nunca en pantalla a no ser en alguna que otra fotografía de la época, que vista ahora alcanza un carácter conmemorativo. En contrapartida, lo que vemos son paisajes vacíos, allá donde fueron abatidos por la guardia civil o el ejército de los fascistas. De nuevo hay que tener cuidado con eso, sobre todo en contraposición al cine llamado moderno, de los años sesenta a los ochenta del pasado siglo, por decir algo. Incluso cuando Jean-Marie Straub muestra, en uno de su cinétracks, los lugares relacionados con el cerco de unos muchachos por parte de la policía en Clichy- sous-Bois, en 2005, hay una densidad de significados desde el principio que explica, aunque sea por alusión, la historia de referencia. Cuando Bande enseña el recodo de una carretera, o una casa abandonada, o un bosque ahora en silencio, hay que hacer un esfuerzo de sobreinterpretación para que eso se vaya llenando lentamente de sentido. Eso es importante. Por un lado, todo está ahí, tal como decía. Por otro, hay que desentrañarlo, extraerlo del plano-piedra, de esa imagen-monumento que necesita de un ejercicio heurístico para revelarse. Rossellini y la epifanía ya no tienen nada que ver. Tampoco Metz y el texto. Ahora pervive la imagen en la que están todas las imágenes, pero que debo desbrozar poco a poco, sin análisis, solo con una mirada que escruta y distingue capas, tan poco a poco que casi no me doy cuenta
[...]



"Ahí donde estuvimos y aún estamos" en
Cuaderno del paisaje
Carlos Losilla