Botonera

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27.10.16

"MAGDALENA MONTEZUMA. MUSA, MÁSCARA Y MUÑECA", DE MARIEL MANRIQUE, TRAYECTOS [MINOR] LIBROS, SHANGRILA, 2016




Parade Amoureuse, Francis Picabia, 1917; Le Cyclop/La Tête, Jean Tinguely, 1970;
Magdalena Montezuna en La muerte de María Malibrán, Werner Schroeter, 1972


Sin contextualización narrativa ni motivación psicológica, la muñeca Magdalena gira en su propia órbita como una máquina soltera. Es una auténtica machine célibataire, como las construidas por Picabia. Ya lo sabemos, ya lo dijimos antes, no habrá boda. Magdalena no es la novia ni los solteros de La Mariée mise a nue par ses célibataires même (La Novia puesta al desnudo por sus solteros, incluso –1912) de Duchamp: es los solteros y también la novia, es la máquina misma, desdoblada y única. En 1912, el mismo año en el que Duchamp construyó su novia, Carl Einstein escribió, en su Bebuquin: “Todo lo que es personal es improductivo. Sé un telón y desgárrate. Insúltate hasta que te conviertas en algo diferente. Sé al mismo tiempo el telón y la obra de teatro”.

Como una histérica diagnosticada por el Dr. Charcot y recluida en el Hospital de La Pitié-Salpêtrière, Magdalena sabe ser contradictoria y simultánea, sabe volverse síntoma. “Meidosem que alza el vuelo por una cortina, regresa por una cisterna. Meidosem que se arroja en un arroyo, vuelve a encontrarse en un estanque. Oh extraño, extraño temperamento de los Meidosems” (Michaux). Magdalena no es un producto acabado, es el telón y la obra de teatro, se ha hecho muñeca y máquina a fuerza de insultarse, de desgarrarse para ser distinta. Magdalena es el acto de producir. 

Una máquina soltera es un sistema entrópico, solipsista, que se consume y se retroalimenta en la repetición, de la que extrae su energía. Al ser improductiva, la máquina soltera es un derroche. Es una arquitectura sin destino, un ensamblaje solitario de sobras. Tiene la exuberancia de lo innecesario, la alegría del regalo inútil (¿qué niño no preferiría una pistola de agua a un maletín escolar?). Es la suprema ambigüedad: potencia y negación del erotismo, suplicio y maravilla, muerte y resurrección. “Quería hacer monstruos enormes, cosas malas, bizarras. Y terminé haciendo estas máquinas que besan… Encontré en su ir y venir el espíritu de Sísifo, la idea de la condena a hacer siempre lo mismo. Hay cierta desesperación en la situación de estas máquinas: son libres, de acuerdo, son dichosas, de acuerdo, pero también están desesperadas. Están condenadas a permanecer en una especie de zona restringida, a hacer el mismo movimiento, siempre el mismo movimiento”, señaló Jean Tinguely en una entrevista acerca de sus máquinas solteras.

Como la muñeca Magdalena, las máquinas-Tinguely se movían, pero eran un tanto torpes y tenían fallas (detenciones imprevistas, averías, saltos). Eran sonoras y ópticas: incluían humo, globos y explosiones. No estaban hechas de materiales nobles, sino de piezas de descarte: latas, zapatos y cajas, ruedas de bicicletas. Fieles al credo de Dadá, algunas ni siquiera podían adquirirse, porque se autodestruían. Una de estas máquinas integró el cortejo fúnebre de Tinguely, como una estela lúdica, un testamento de juguete.
Mariel Manrique




Magdalena Montezuma. Musa, máscara y muñeca