Mientras Lady Shangrila desayunaba esta
mañana y sonaba en el gramófono la voz de Ingrid Caven cantando Tipidipso, dejó escrito en uno de
sus cuadernos lo siguiente:
La actividad de Shangrila, fruto de una
estrategía de edición que bien podría llamarse, como si de una intervención
policial se tratara, “Operación Balancín”, no es que digamos sea muy fácil.
Mantener el equilibrio subidos a dicho artilugio e intentar que no se incline
en demasía hacía uno de sus lados es harto complicado. En ese constante y
equilibrado balanceo nos arriesgamos y publicamos libros que hoy en día nadie o
casi nadie publica, menos aún considerados, como así lo hace Shangrila, a modo
de beckettiano “centro del torbellino”.
Los dos últimos títulos que hemos presentado, A Werner Schroeter, que no le temía a la muerte, de Philippe Azoury, y Magdalena Montezuma. Musa, máscara y muñeca, de Mariel Manrique, son un buen
ejemplo de ese “centro” antes mencionado y de uno de los “corazones” de la línea de edición de
Shangrila. ¿Hay muchos que saben quien es Schroeter y Montezuma y han visto o recuerdan
sus películas? ¿Es Schroeter un icono del cine de autor y suscita interés hoy en día? ¿La escrituras que atesoran los textos son las que predominan o tienen una mayor acogida a la hora de abordar a un cineasta y una actriz?
A pesar de los “obstáculos”, no podemos más
que dar las gracias por la positiva respuesta que están teniendo (de momento en la venta online, la de librerías hay que esperar), dentro de su
dificultad y de su minoritario ámbito, y el interés que nos consta han suscitado. De alguna forma esa
respuesta e interés nos reafirma en lo que hacemos y cómo lo hacemos, al margen de
significativos silencios, omisiones, requiebros y otras fruslerías en torno a
nuestra labor en general que originan que seamos más o menos visibles de cara a
determinadas galerías que a la postre y en la práctica queda claro que no son
fundamentales. En definitiva, que las publicaciones en su globalidad lleguen a sus lectores,
tengan la acogida necesaria y sigamos con ello abonando un espacio que se daba
casi por muerto es nuestro principal objetivo y por lo que estamos
constantemente haciendo equilibrio subidos a un particular “balancín”. Todo ello nos motiva a seguir construyendo Shangrila con el tacto del papel, alejados
del ruido y desde un radical fuera de cuadro.
Besos.
El balancín, Francisco de Goya, 1791-1792