Cada vez que Lady Shangrila da un paseo por
facebook tiene la impresión, seguramente errónea, según ella misma dice, de que
entre festivales, críticas, noticias, estrenos, entrevistas, actos,
intervenciones, seminarios, talleres, elaboración de listas de todo tipo y
condición, de exaltaciones o descalificaciones rotundas en dos frases más o menos ingeniosas… que se
genera y surge de todos lados, no debe quedar casi tiempo para abrir un
huequecito y reflexionar y pensar con pausa, por ejemplo, el cine, más allá de
lo actual a dos o tres pasos o de lo que se lee, se ve y escucha a un solo
“click”. No es que ella esté en contra de tal abundancia de actividad, ni mucho
menos, siempre será mejor para todos, por supuesto, apostilla, sino que le
cuesta asimilar ese rápido y glotón trasiego y la continua sobreexposición que
conlleva tal hacinamiento y la ansiedad que debe llevar aparejada tanta
inmediatez, lo cual le origina a continuación un considerable desasosiego, como
si estuviera subida, se imagina, a un carrusel sin fin que es imposible
detener, bajarse de él y, eso, pensar con otra perspectiva, más allá de la urgencia y la prisa. A no ser que en definitiva se trate de eso y todo sea un fin en sí mismo y lo que ella entiende por serena reflexión como espacio
vital, poco a poco, queda cada vez más desterrada. Aunque quizá es muy
probable, confiesa luego, que en realidad lo que se pone en evidencia es su
propia incapacidad de asimilación y sus limitaciones y que, en definitiva, se encuentra
superada por el aire de los tiempos y, por lo tanto, se ha quedado estancada
sin posibilidad ya de maniobrar o que solo, se consuela al final, sea la distorsionada imagen que ella esboza mentalmente tras dar un garbeo por la
mencionada red social y que la cosa a lo mejor no es para tanto. En las mañanas lluviosas de domingo suelen pasar estas cosas, suspira.
Y es que Lady Shangrila no puede dejar de
intentar aprehender, amar y vivir aquello que le apasiona, el cine, la
literatura, la música o la entretenida actividad de hacer pajaritos de papel,
como casi siempre lo ha hecho, ni mejor ni peor, sino desde otro lugar o desde
un no-lugar que con lentitud, mimo y cierta disciplina cultiva, como aquel
donde dice se situaba su querido Emmanuel Bove con la escritura, al margen y
fuera de cuadro de algunas o de tantas cosas.
Distinta cadencia, otro estar.
Solo eso, dice.