Botonera

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3.4.16

XXVIII. LÁGRIMAS 1 - PASEO POR EL AMOR, EL DOLOR Y LA MUERTE, Revista Shangrila nº 26, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2016





La madre, Vsevolod Pudovkin, 1926 / Fausto, F. W. Murnau, 1926



Todo drama colectivo es, en primer término, una tragedia personal. Dos cineastas, el soviétivo Vsevolod Pudovkin y el alemán Friedrich Wilhelm Murnau, se sirvieron en 1926 de un mismo motivo, el lacerante dolor de una madre ante la pérdida de un hijo, como símbolo de la situación sociopolítica de sus respectivos países. Pero ese mismo dolor, ese llanto compartido de ambas madres, tendría implicaciones muy distintas en los filmes de uno y otro.

El primer filme de Pudovkin, titulado precisamente La madre (МатЬ), vio la luz el 11 de octubre de 1926. Crítico con los excesos eruditos de coetáneos como Esenstein o Kuleshov, Pudovkin inició la búsqueda de un cine más realista, más emocional, sin renunciar por ello a los postulados revolucionarios ni al interés por el montaje. El tramo final de La madre es, en este sentido, la cima de su concepción fílmica.

Mientras los soldados masacran a sus compañeros, Pavel ha logrado escapar de la cárcel danzando entre los hielos como un discípulo aventajado del Richard Barthelmess de Las dos tormentas (Way Down East, David Wark Griffith, 1920). Llega hasta un puente y allí se reúne con una multitud de camaradas, congregados en manifestación. Pavel es recibido con sonrisas, con abrazos, con alegría. Los rostros de sus camaradas llenan el plano, poblando cada centímetro de pantalla en un sonriente horror vacui que contrasta con el anonimato de los goyescos soldados que amenazan al otro extremo del puente.

Entre la muchedumbre, brilla especialmente un rostro, que avanza hacia el joven con una dicha incontenible: es su madre, que se une al asombrado joven con pasión, con fervor, en un abrazo en el que cabe el mundo entero. Una fusión de los cuerpos que colisiona con el brazo solitario del jefe de los soldados. Una extremidad igualmente anónima, enguantada, frente a la limpia desnudez de las manos de la madre, que estrechan con firmeza la espalda de su hijo (...)


Apenas tres días después del estreno de La madre, el 14 de octubre de 1926, el Ufa-Palast am Zoo de Berlín acogió el estreno de la que era, quizás, la obra más ambiciosa de F. W. Murnau: Fausto (Faust, Eine deutsche Volkssage). La película, una recreación de la leyenda germana sobre el hombre que vendió su alma a partir del texto de Johann Wolfgang von Goethe, podría parecer poco propicia para insertar una reflexión sobre la sociedad contemporánea. Pero el Diablo había salido de la cárcel apenas un par de años antes, y su nociva influencia ya se dejaba notar en aquella República de Weimar que era al tiempo un oasis cultural y un laberinto político.

El cine, ese fiel contra-análisis de la sociedad que postula Marc Ferro, no obviaba la deriva moral en la que estaba inmersa la ciudadanía, en aquellos tiempos de cintas blancas. Un evidente declive que Murnau reflejó a través de otra madre (...)
Las madres
Christian Franco Torre en Lágrimas 1