Botonera

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3.4.16

XXVII. LÁGRIMAS 1 - PASEO POR EL AMOR, EL DOLOR Y LA MUERTE, Revista Shangrila nº 26, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2016





Alemania, año cero, Roberto Rossellini, 1948



Cuando ya en la década de los años ‘70 el poeta William D. Collins pudo ver algunas películas de Roberto Rossellini –tras salir del hospital en el que estaba internado después una nueva recaída de su enfermedad mental– no dejó de pensar en la posibilidad de ver en cada una de ellas la trama potencial para la escritura de poesía. Volvió una y otra vez a estas películas, pero sobre todo regresó maravillado a un personaje en concreto: Edmund Keller, el joven protagonista de Alemania, año cero (Germania, anno zero, Roberto Rossellini, 1948). El concepto de trama potencial me parece importante para comprender esto. En El recuerdo del presente. Ensayo sobre el tiempo histórico, Paolo Virno escribe: “Cuando sucede un hecho determinado, además de percibir la realidad, aprehendemos también su trama potencial”. Y esto, la trama potencial, la cantidad de hechos y lenguajes que viven alrededor de los sucesos de modo potencial, es algo que recae en manos del espectador. No me cabe duda de que Rossellini es un maestro creando esas tramas potenciales. ¿Cómo entender si no al profesor filo-nazi llamado Enning que trata de atraer a Edmund Keller? ¿Cómo entender ese momento en el que Keller trata de vender un vinilo con un discurso de Hitler a un par de soldados americanos que observan con desdén las manos del pequeño Keller? No solo eso, ¿cómo situar ese momento maravilloso en el que mientras suena el discurso de Hitler, en medio de las ruinas de un viejo edificio, la pantalla recoge el gesto extrañado de un niño y un anciano que miran sorprendidos hacia el cielo? Dicho todo esto, para William D. Collins el pequeño Edmund Keller representa el carácter de una trama potencial

La película nos muestra a Keller como un nodo, como un punto nodal a través del cual se conectan las diversas tramas y personajes que condensan el trabajo de Rossellini. Pero el pequeño Keller, a pesar de ser el punto nodal, representa sobre todo un fracaso, no solo por su trágico final, sino porque desde el inicio lo observamos como una pieza suelta que tiene la conciencia trágica de saberlo. Es la escenificación del fracaso, y todas las tramas de esta película salen de ese concepto de fracaso. Ahora bien, ese fracaso no es solo intelectual sino que es sobre todo un fracaso de la sensibilidad. El joven Keller es incapaz de situarse. Su problema es un problema de situación. ¿Cómo generar un espacio de comunicación donde el único lenguaje real es la mentira? En este sentido las lágrimas del joven Edmund Keller son lágrimas invisibles, las intuimos, las escuchamos pero apenas las vemos, y si las vemos representan un modo del fracaso. “Su trágico final es la única forma en la cual –recuerda Collins– podemos imaginar o representar ese problema de sensibilidad”. Resulta curioso el hecho de que Williams D. Collins se suicidase de un modo similar a Keller, y en Berlín, unos años más tarde. Sin embargo, esa es otra historia  (...)

Sobre la imposibilidad de las lágrimas
en el rostro de Edmund Keller
Alberto Santamaría en Lágrimas 1