El tiempo recobrado, Raúl Ruiz, 1999
Lo primero que aparece en la película es, a lo lejos, el campanario que hará de faro para esta navegación, pero enseguida, como fondo para los títulos de crédito, ocupando toda la pantalla, tomada muy de cerca, se ve el agua correr, no casualmente, en un prolongado plano fijo: nudo. Pues la metáfora del tiempo como agua es, por lo menos, tan antigua como Heráclito, pero esta coincidencia entre el objeto que pasa y un sujeto fijado en un punto de vista mediante su recurso a una herramienta –otro objeto– capaz de sostener su mirada, definida por la posición de la cámara, imperturbable durante un lapso mucho mayor, sin parpadear ni corregirse, corresponde a una representación solo posible a partir del S. XX, a través del cine, así como a un concepto antes no formulado como el de relatividad. Si Proust en su novela se sumerge, arrastrando con él todo el pobladísimo mundo que lo habita, en el tiempo como en un río, ya que se siente desde las primeras páginas, en contraste con el suelo firme de la novela clásica, la acuática inestabilidad del universo en el que introduce a su lector, lo que le ocurre a la metáfora del río es una extraordinaria ampliación y diversificación tanto formal como de significado: el tiempo aquí es río, estanque, espejo, lupa, cristal, en fin, una materia que, liberada de la rigidez de su curso, alcanza un máximo de capacidad de metamorfosis, permitiendo de este modo una serie de operaciones tan necesarias para el sujeto como imposibles no en la duración (Bergson), sino bajo la antigua ley de la sucesión (monarquía y aristocracia son también objeto de la subversión proustiana).
El contrapunto permanente que se establece en esta narración entre lo percibido y la percepción misma, revisada cada vez que se recuerda hasta que la más célebre que conocida “memoria involuntaria” restituye el objeto original, tan distinto de sus reflejos sucesivos como un verso de sus interpretaciones, hace del tiempo en el que se cumple un tiempo desdoblado, en el que siempre es posible reconocer, por lo menos, dos movimientos: uno de circulación, como la del agua en las ciudades, que restituye una y otra vez los mismos elementos, los de la representación social notablemente, y otro de atravesamiento, como el del río hacia su desembocadura, heracliteano, que va dejando todo eso atrás hacia no se sabe qué (...)
El contrapunto permanente que se establece en esta narración entre lo percibido y la percepción misma, revisada cada vez que se recuerda hasta que la más célebre que conocida “memoria involuntaria” restituye el objeto original, tan distinto de sus reflejos sucesivos como un verso de sus interpretaciones, hace del tiempo en el que se cumple un tiempo desdoblado, en el que siempre es posible reconocer, por lo menos, dos movimientos: uno de circulación, como la del agua en las ciudades, que restituye una y otra vez los mismos elementos, los de la representación social notablemente, y otro de atravesamiento, como el del río hacia su desembocadura, heracliteano, que va dejando todo eso atrás hacia no se sabe qué (...)
El tiempo transformado. Sobre El tiempo recobrado, de Raúl Ruiz,
adaptación de la novela homónima de Marcel Proust
adaptación de la novela homónima de Marcel Proust
Ricardo Baduell en Lágrimas 1