Los personajes de Chungking Express, la película de 1994 con la que se conoció por primera vez en occidente al director hongkonés Wong Kar-wai, parecen desconfiar del poder reparador de las lágrimas, y eso a pesar de que su creador (el guión también es suyo) gusta de enfrentarlos a los más hondos e inmisericordes abismos del desamor.
En la película se cuentan dos historias en las que los protagonistas sufren el abandono amoroso, sin relación mutua entre ambas más allá de la de compartir localización, un popular barrio de Hong Kong llamado Tsimhatsui, y la de cruzarse fugazmente al final de la primera historia en el puesto de comida rápida que frecuentan los dos personajes principales de cada historia. Una es más corta que la otra. La más breve es, además, menos honda, por así decir, más boba que la otra. No hay equilibrio entre ambas, no hay enseñanza en la forma, salvo, quizás, la que vendría de mostrar una fragmentación aparentemente aleatoria, como si se hubiera hecho un corte al azar en la experiencia acumulada acerca del desamor de manera que este pareciera que nos viene de la cosa misma.
En ambas, sin embargo, se aprecia un aire de familia en la manera en la que sus dos protagonistas se enfrentan al insoportable abandono por parte del objeto deseado, un aire de familia que no responde solamente, en mi opinión, a una mera elección narrativa y estilística del director. Antes bien, considero que es un ejemplo de un síntoma, quizás un emblema, de un cambio más general en lo que Frederic Jameson llama, empleando el concepto de Raymond Williams, la “estructura de sentimiento” de nuestro tiempo, la manera que tenemos de sentir una vez impuesta cierta pauta cultural propia del capitalismo tardío o posmodernidad (...)
Polvo de lágrimas y algoritmos.
La desolación y sus expectativas posmodernas
La desolación y sus expectativas posmodernas
Jorge Corral Bermejo en Lágrimas 1
