Foto: Frank Hurley
Casi al final de The Waste Land, T. S. Eliot incluye unos extraños versos:
¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?/Cuando cuento, solo estamos tú y yo juntos/ Pero cuando miro al frente por el camino blanco/siempre hay uno más que camina a tu lado
En las notas que redactó sobre el poema, el propio Eliot explica que, al escribir esas frases, pensaba en la expedición de Shackleton a la Antártida, y en cómo esos exploradores, cuando estaban al límite de sus fuerzas, percibieron que había entre ellos alguien más: “uno más”, señala Eliot, “de los que en rigor podían contar”. ¿Qué misteriosa presencia puede ser esta que obsesionaba al poeta? Tal vez una de esas visiones que, según dicen, revolotean en torno de nuestra mente en el momento justo de morir; extraños compañeros de viaje hacia el más allá de los que algunos tanto hablan, quizás demasiado.
Puede incluso que tan solo fuese uno de esos espejismos superiores bastante comunes en las superficies heladas del Polo (fata morgana es el hermoso y significativo nombre con el que se denomina a los más espectaculares). Son fenómenos producidos en la atmósfera por las refracciones lumínicas, tanto de luz solar como lunar, que producen los cristales de hielo. A veces el agotamiento extremo, el miedo o la desesperación y, otras veces, simplemente las diferencias de temperatura en la superficie oceánica pueden llegar a producir estos espejismos. Shackleton y su tripulación los vieron a menudo, como dejan constancia las notas de su diario (...)
¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?/Cuando cuento, solo estamos tú y yo juntos/ Pero cuando miro al frente por el camino blanco/siempre hay uno más que camina a tu lado
En las notas que redactó sobre el poema, el propio Eliot explica que, al escribir esas frases, pensaba en la expedición de Shackleton a la Antártida, y en cómo esos exploradores, cuando estaban al límite de sus fuerzas, percibieron que había entre ellos alguien más: “uno más”, señala Eliot, “de los que en rigor podían contar”. ¿Qué misteriosa presencia puede ser esta que obsesionaba al poeta? Tal vez una de esas visiones que, según dicen, revolotean en torno de nuestra mente en el momento justo de morir; extraños compañeros de viaje hacia el más allá de los que algunos tanto hablan, quizás demasiado.
Puede incluso que tan solo fuese uno de esos espejismos superiores bastante comunes en las superficies heladas del Polo (fata morgana es el hermoso y significativo nombre con el que se denomina a los más espectaculares). Son fenómenos producidos en la atmósfera por las refracciones lumínicas, tanto de luz solar como lunar, que producen los cristales de hielo. A veces el agotamiento extremo, el miedo o la desesperación y, otras veces, simplemente las diferencias de temperatura en la superficie oceánica pueden llegar a producir estos espejismos. Shackleton y su tripulación los vieron a menudo, como dejan constancia las notas de su diario (...)
"El desierto blanco"
Alberto Ruiz de Samaniego
Alberto Ruiz de Samaniego
en La supervivencia. Herramientas mínimas
Revista Shangrila nº 25