Antiquíssima Orbis Delineatio - Mapa europeo del mundo antes de 1492
Lo desconocido es un elemento básico de la aventura. “Ir a la aventura” es una expresión que en el lenguaje cotidiano significa andar sin un plan, resolver sobre la marcha las necesidades de la vida diaria: reposo, comida, transporte o comunicación. Sobrevivir es buscarse la vida y este es precisamente el tema de la novela picaresca. El realismo que inaugura El Lazarillo de Tormes no se refiere solo al mundo social que representa literariamente el autor, o a la explícita representación crítica de la sociedad de su tiempo que el relato propone. Nos habla también del supremo pragmatismo que guía las peripecias de su protagonista. Ganarse el pan es la máxima aventura para los nacidos en el arroyo, donde no caben cuitas de caballero, ni amores corteses, ni gigantes o animales y tierras fabulosas. Aquí el escenario es el polvo de los caminos reales, los soportales de las plazas, las calles oscuras y pobladas de mendigos, los palos, la miseria, la escasez, el sometimiento a los notables, el adulterio y la prostitución. Esto es la novela moderna: el sacrificio, la suciedad y el sufrimiento de los de abajo contado en primera persona, como si no hubiera aventura bastante en sobrevivir cada día en una España imperial de desigualdades extremas, donde hasta la pequeña nobleza se encuentra en la miseria.
El Lazarillo de Tormes es un ejemplo clásico de narración de la supervivencia como aventura en el marco de la novela picaresca, el relato autobiográfico de un sobreviviente doméstico que no necesita ir a las Indias para correr una aventura diaria, que ni siquiera es un hidalgo como los conquistadores sino un miembro de la clase excluida que lucha por alcanzar una posición más desahogada, aun en el orden de los subalternos. Un realismo sucio (porque la realidad lo es) anclado en el materialismo, pragmatismo puro frente a las ideas románticas de honor y grandeza que acaban navegando en el delirio. El tipo de aventura que sale buscando Don Quijote ya solo es posible en los libros, porque la condición del hidalgo en su siglo es un resto ridículo de lo que fue (como se observa en el afectuoso relato que hace el autor de El Lazarillo del hidalgo de su novela, un sujeto que, en una relación invertida, debe ganarse los favores de Lázaro y depende, en definitiva, de este último). La aventura que busca Don Quijote, aunque con antecedentes en la novela y la narrativa de viajes de la Antigüedad, se vincula con el Ciclo Artúrico, cuyos desarrollos más populares en la España de Cervantes son el Amadís de Gaula y libros similares (...)
El Lazarillo de Tormes es un ejemplo clásico de narración de la supervivencia como aventura en el marco de la novela picaresca, el relato autobiográfico de un sobreviviente doméstico que no necesita ir a las Indias para correr una aventura diaria, que ni siquiera es un hidalgo como los conquistadores sino un miembro de la clase excluida que lucha por alcanzar una posición más desahogada, aun en el orden de los subalternos. Un realismo sucio (porque la realidad lo es) anclado en el materialismo, pragmatismo puro frente a las ideas románticas de honor y grandeza que acaban navegando en el delirio. El tipo de aventura que sale buscando Don Quijote ya solo es posible en los libros, porque la condición del hidalgo en su siglo es un resto ridículo de lo que fue (como se observa en el afectuoso relato que hace el autor de El Lazarillo del hidalgo de su novela, un sujeto que, en una relación invertida, debe ganarse los favores de Lázaro y depende, en definitiva, de este último). La aventura que busca Don Quijote, aunque con antecedentes en la novela y la narrativa de viajes de la Antigüedad, se vincula con el Ciclo Artúrico, cuyos desarrollos más populares en la España de Cervantes son el Amadís de Gaula y libros similares (...)
"Traición en las Indias. Mentira y ficción
en las crónicas del Nuevo mundo"
Mariano Cruz
en las crónicas del Nuevo mundo"
Mariano Cruz
en La supervivencia. Herramientas mínimas
Revista Shangrila nº 25