Los comulgantes, Ingmar Bergman, 1963
(...) la historia del arte nos ha legado (...) crucifixiones más estrictamente bellas. Sin embargo, aquellas estetizaciones de la angustia, del tormento, siempre me han parecido sospechosas de hurtar la escritura del sufrimiento mismo. El Cristo de Grünewald –que es, en cierto sentido, el Cristo de Ingmar Bergman– es la figura ante la que se arrodillan siempre los más enfermos, esto es, los que entienden que hay una soledad en la carne, un mal en el propio habitar del mundo, los que niegan la fácil compasión de los que le rodean. Por algo podría ser el Cristo que corona el despacho del Pastor Tomas (Gunnar Björnstrand) en Los comulgantes…
El septimo sello, Ingmar Bergman, 1957
… pero también el Cristo ante el que se encuentra el caballero de El séptimo sello (...)
"El cuerpo y la oración. Acerca de Los comulgantes", Aarón Rodríguez Serrano
en La supervivencia. Herramientas mínimas
Revista Shangrila nº 25