El embrujo de Shanghai, Josep von Sternberg, 1941
(...) Un día mi madre me habló de una película que pasaban por televisión, una película con Préjean, y se preguntaba si mi padre aparecía en ella. No vi la película. Ella sí, pero no lo vio. Tuve que pasarme la vida sabiendo que él estaba en alguna parte, grabado, incrustado, embalsamado –¿cómo podría haber sido yo otra cosa que no fuera baziniano?– en las películas en blanco y negro de entreguerras, y con miedo de encontrarlo un día con su cara de celuloide, con sus ojos muertos que me verían. Y, al mismo tiempo, para mantener vivo el pacto perverso con mi madre, no dejaba de partir, en las películas o en la vida, hacia el mapa o el territorio, como si persiguiera una misión sin fin: partir, partir hacia un sitio próximo, partir hacia un sitio lejano, ir a Melun, ir a Shangai, y volver como si nada. Volver a París como en la canción de Trenet (“Revoir Paris, revoir les quais de la Seine…”), canción que, además, dice claramente: “Ma mère m’attend” [“Mi madre me espera”] (...)
Contracampo libros 16
16x23cm. - 138 páginas
