Ingmar Bergman
(...) Hemos analizado una serie de reescrituras franquistas en torno a la filmografía de Bergman, ligadas al proyecto aperturista y posibilista de José Mª García Escudero, entre ellas diversos doblajes que han puesto de manifiesto el poder de la traducción como herramienta ideológica. Nuestro objetivo ha sido ilustrar cuáles fueron las interpretaciones de los films del realizador sueco que circularon durante el período estudiado, y cómo se manipularon sus narrativas con el visto bueno de la censura estatal. Hemos argumentado que los agentes responsables de su introducción en España antes del nombramiento de García Escudero en 1962 realizaron en cierto modo una labor de transición entre la etapa ultracatólica y la supuesta apertura protagonizada por García Escudero. Nos referimos aquí principalmente a la labor llevada a cabo por Carlos Fernández Cuenca y Carlos Mª Staehlin, en su doble papel como críticos de cine y supervisores de los doblajes franquistas con que se estrenaron las primeras películas de Bergman en España. Los films importados en la etapa pre-García Escudero fueron seleccionadas por su supuesto interés religioso, pero todos ellos contenían a la vez aspectos problemáticos que Fernández Cuenca y Staehlin trataron de desambiguar. Como hemos demostrado, las manipulaciones aplicadas a El séptimo sello, El manantial de la doncella y El rostro, censuradas todas ellas durante el período que hemos denominado ‘primera recepción’, persiguieron crear un mito en torno a Bergman como realizador místico preocupado por asuntos muy trascendentes para el catolicismo. Como nos han ido mostrando ciertas reescrituras de contraste –es decir, ciertas lecturas no franquistas de la obra de Bergman–, todas estas películas contenían no obstante elementos que permitían hacer interpretaciones, si no divergentes, al menos sí mucho más ambiguas que las unívocas lecturas y reescrituras realizadas por Fernández Cuenca y Staehlin. Las dos prohibiciones detectadas en esta primera etapa, que afectaron a Fresas salvajes y Como en un espejo, demuestran además que en la Junta de censura anterior a 1962 existían todavía focos de resistencia capaces de cuestionar y descartar los argumentos esgrimidos por Fernández Cuenca y Staehlin sobre la ‘evidente’ inclinación religiosa de Bergman. Muchos de los censores de la Junta ultracatólica, correspondiente al mandato de Arias Salgado, dieron además muestras de tener serias dificultades para entender la obra del realizador sueco. En cuanto a la crítica cinéfila especializada, puede decirse que no hubo nunca un consenso demasiado unánime sobre la intencionalidad de Bergman. No todos los críticos aceptaron al pie de la letra que Bergman fuera un autor eminentemente místico preocupado por defender la existencia de Dios, lo que demuestra quizás que ya empezaba a gestarse “la crisis de la reflexión católica sobre el cine”, que se inició con la salida en 1961 de una parte de la directiva de Film Ideal, encabezada por Pérez Lozano, para fundar la revista Cinestudio, que de alguna manera continuó haciendo una crítica “confesional” (...)