Mi enemigo íntimo (1999)
(...) Es un rostro marcado por el odio, pero también por una extraña desesperación. Un rostro que pontifica y se posiciona en el lugar de Jesucristo, que aúlla extrañas profecías al micrófono en las que se anuda el gesto religioso-paranoide de Schreber y el graznido apocalíptico de un revolucionario que necesita, al mismo tiempo, exponerse y ser atacado. Klaus Kinski, transmutado en ese Jesucristo que recorría los teatros alemanes ofreciéndose como un profeta extremo, insultando al público, instalado en el filo mismo entre la iluminación y la angustia. Las imágenes abren el documental de Herzog Mi enemigo íntimo (Mein liebster Feind, 1999), pero no fueron captadas por la cámara del director. Prueba de ello son sus constantes temblores, sus bruscos cortes, ese ruido digital en la imagen casi amateur que remite a un otro operador. Kinski llega desde las sombras y clava sus profundos ojos en el fondo de la sala, el contraplano, el origen mismo de una luz dura y cadavérica que parece tensar sus facciones y recuerda, en efecto, a una segunda máscara cerúlea que se contorsionara contra la calavera incrédula (...)
Herzog/Kinski: La máscara
de la máscara: Mi enemigo íntimo (1999)
de la máscara: Mi enemigo íntimo (1999)
Aarón Rodríguez Serrano
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Trayectos libros - 448 páginas
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