Botonera

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28.9.15

XIX. DESPUÉS DE... (PAULINO VIOTA, ESCRITOR), Rubén García López: "Paulino Viota. El orden del laberinto".




André Bazin


 S.M. Eisenstein


John Ford



En 1989, Paulino Viota y Guadalupe G. Güemes regresan a Santander. Ninguno de los dos lo sabe, pero el retorno es para siempre. Ya no volverán a Madrid, la ciudad del cine, del sueño de hacer cine, salvo como visitantes esporádicos, para conferencias (pocas, todo hay que decirlo: Madrid nunca reclamó mucho sus servicios) o para la mudanza de la pequeña habitación abandonada en una parte trasera de la ruidosa Plaza Mayor, llena de los libros, discos y recuerdos varios de toda una vida dedicada a la consecución de un proyecto finalmente frustrado: ser cineasta profesional. Así como la Tina cuya pista perdíamos en el grisáceo Madrid de Contactos volvía con su anterior novio a la aún más oscura ciudad de Santander para reaparecer reencarnada en la Mercedes de Cuerpo a cuerpo, así Paulino Viota desaparece de la vista de todos tras la realización de esta película, retorna secretamente a la ciudad natal y reaparece reencarnado tiempo después en uno de los profesores de cine más destacados de la península.

1989 es el gran año-gozne de la trayectoria profesional y vital de Paulino Viota. No sabe que vuelve a Santander para quedarse, pero sí, aunque preferiría no y de hecho aún hará algún último intento para remediarlo, que su carrera en el cine se ha acabado. La prueba de ello, extrañamente, existe y tiene forma de artículo publicado ese mismo año, uno que por demás da el pistoletazo de salida a la labor de Viota como articulista cinematográfico: “Intacta el ansia, la esperanza extinta (Reflexiones de un cineasta)”, un escrito inusual en la cinematografía hispana, donde un ex-cineasta reconoce el dolor de no rodar, de no poder ya casi siquiera soñar con ello, y expone con patetismo y sinceridad desgarradoras los múltiples pequeños dolores cotidianos fruto de esa patente imposibilidad, tanto más sufrida cuanto que el escrito muestra el talento de Viota como narrador, con escenas memorables como la del concurso televisivo que permite establecer un canon de cineastas españoles (“Pregunta sobre Almodóvar: la linda concursante acierta sin dudar. Sobre Chávarri: la concursante falla, pero se enfada consigo misma. Sobre Ungría: falla y pone cara de ‘No he venido aquí a contestar preguntas absurdas’. Viota: los cerebros del programa descubren que no hay nada que preguntar”), o el triste retrato de los encuentros con conocidos que ya dudan de si es correcto referirse a él como “cineasta”, esa profesión que a tantos miembros de su generación tendía a escapárseles de entre los dedos (...)






Después de... (Paulino Viota, escritor)
Rubén García López


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