Hubo una luna de miel (Once upon a Honeymoon, Leo McCarey, 1942)
(...) pocas películas supieron encarar con precisión el delirio que estaba gestándose en una fecha tan temprana como Hubo una luna de miel (Once upon a Honeymoon, Leo McCarey, 1942). Lo que se presentó como un slapstick de sabor propagandístico, una comedia no especialmente amarga de tonos familiares, acabó por convertirse en una de las grandes profecías de nuestro tiempo. McCarey y su guionista Sheridan Gibney resultaron ser la Casandra desquiciada de los Grandes Estudios, al enhebrar una precisa radiografía de los contornos de la Solución Final. Envueltos en un humor socarrón, bajo el texto fluían libremente los programas de eutanasia, los experimentos médicos y, por supuesto, los campos de exterminio.
Sin embargo, lo terrible de esa propuesta no es tanto la certeza de que los aliados ya conocían, al menos, la forma concreta que cobraba la Shoah, sino el extraño mecanismo por el que McCarey introdujo a los protagonistas de la cinta –Cary Grant y Ginger Rogers, nada menos– en un contexto anterior a las primeras imágenes del Holocausto. En un momento determinado, la pareja de enamorados se ve obligada, por un descabellado giro de guión, a pasar la noche en un campo de concentración sin nombre, un “significante previo del Campo” (...)
Espejos en Auschwitz
Aarón Rodríguez Serrano
