VIRTUALIDAD DEL MONTAJE
El cine es una invención post-mortem
El cine es una invención post-mortem
Charles Chaplin, circa 1918
Seguir un hilo con la punta de los dedos o de la lengua puede afectar la precisión de la mirada. Tal es la experiencia singular y paradójica que atraviesa Charlot en dos ocasiones en City Lights. El tacto y el gusto no siempre garantizan la exactitud de la visión. En la secuencia del restaurante, en compañía de su rico compañero, Charlot se encuentra, pasablemente ebrio, ante un plato de espaguetis. Por encima de sus cabezas, dan vueltas confeti y serpentinas. La ebriedad de Charlot lo hace confundir el hilo blanco del espagueti con la serpentina de papel torsado que cuelga de la araña sobre su plato. También debe levantarse, ligeramente perplejo, para continuar aspirando golosamente el largo espiral, antes de que su compañero lo detenga dándose cuenta de su confusión. Un poco más tarde, Charlot visita a la joven florista. Luego de haberle ofrecido coliflor y aves de corral, la ayuda a enrollar una madeja de lana. Pero la muchacha ciega no toma el hilo correcto; tira de un hilo de la ropa interior de su protector hasta deshacerle totalmente la ropa, devanando del vientre de Charlot el hilo de sus entrañas. Un fundido a negro interrumpe este inicio de striptease. Encontraremos poco después la pelota entera entre las manos de la mujer. Nada liga dramáticamente estas dos secuencias excepto el hecho de que un personaje que pierde la vista (por ceguera o ebriedad) termina siguiendo el hilo equivocado. La mano o la lengua sustituyen a la vista desfalleciente sin corregir no obstante este defecto. El tacto ya no es la garantía de la vista; es, por el contrario, su fracaso. Sin duda, la entrega de la flor al final del filme, cuando las miradas de los dos personajes se cruzan por primera vez, responde a ese hilo del que se tiró a ciegas. Esta confusión autoriza la sospecha de una puesta al desnudo bastante cruel (la joven ciega parece hilar, como una diosa inconsciente, los intestinos de Charlot). Tirar de un hilo en Chaplin supone un intercambio de miradas cuya promesa (o temor) sigue siendo la desnudez del cuerpo. Pensamos, por supuesto, en la secuencia de la fiesta en Una mujer de París. Vendada con una cinta de tela blanca como una momia, una muchacha, que gira sobre un zócalo móvil, es desvestida poco a poco por un hombre que desenrolla la tela para cubrirse a sí mismo como un derviche grotesco. Esta muy bella escena cruza el hilo, la desnudez y la ceguera: el striptease progresivo permanece de manera clásica fuera de campo para el espectador, situación puesta en abismo por el gesto de una joven que tapa con sus manos los ojos de su compañero. Pero este vínculo entre el hilo que desnuda y la mirada ciega, el contacto a distancia de un cuerpo con el otro por intermedio de una cinta, el flujo que pasa de una bobina emisora a una bobina receptora evocan el juego de la bobina y la cinta de película propios de la física del cine. (...)
Fragmento de "Virtualidad del montaje"
en El cine es una invención post-mortem, Érik Bullot