CRIPTOGRAMA PARA BUSTER KEATON
El cine es una invención post-mortem
El cine es una invención post-mortem
Érik Bullot
Sherlock Jr., Buster Keaton, 1924
Pecho inclinado hacia adelante, mano en visera para inspeccionar el horizonte, esa es una de las posturas físicas más célebres de Buster Keaton, suspendido entre los cordeles de su barco, apostado en la cima de una pila de arena o encaramado sobre una carretilla que recorre las inmensidades del desierto. Escrutador en equilibrio inestable, se aventura a desbaratar lo desconocido al distinguir lo que puede suceder, lo que se perfila a lo lejos, lo que se insinúa en el paisaje. Lo lejano es el lugar de la anticipacón. La mirada keatoniana parece dotada de una extraña miopía que es necesario, para estar alerta, combatir constantemente. Pero esta inquietud de lo lejano como amenaza o liberación, ligada en Keaton a su gusto por los planos generales, los paisajes naturales, la profundidad de campo, las diferentes prótesis de la visión (gafas, periscopio, cuadrante, cabina de proyección), no es sino un caso particular de una relación más compleja con el espacio. Éric Rohmer fue el primero en subrayar esta singular relación en su artículo “El cine, arte del espacio”, en el que el cine de Keaton se concibe, en un abordaje más general de la puesta en escena, como una “especie de puesta en cuestión del espacio”, una interrogación acerca del “por qué” de las tres dimensiones, “como si el mundo exterior fuera, en esencia, incapaz de ser ‘aprehendido’”. El espacio keatoniano no está constituido de entrada, debe construirse al experimentar, paso a paso, un conjunto de leyes físicas cuyas coordenadas inmediatas parecen, a primera vista, contradictorias. Abajo y arriba, izquierda y derecha, delante y detrás, afuera y adentro aparecen desde un principio como otros tantos lugares de confusión, trampas y abrojos, trompe-l’oeil y espejismos que invierten y pervierten las relaciones habituales de nuestra percepción del espacio. Keaton debe experimentar la continuidad del espacio, establecer las relaciones de causalidad que lo estructuran, para poder orientarse. Este descubrimiento pasa por la espacialización de su propio cuerpo. Keaton tiene que convertirse en eje y timón de un mundo que termina por dominar más o menos (las victorias finales son siempre hipotéticas) al distinguir los diferentes términos del espacio pero aprovecharse igualmente, a veces a su costa, de las relaciones de la vista y el tacto. Cada filme cuenta más o menos esta misma historia, iluminada por los hallazgos y fulgores que ignoran a menudo lo plausible y lo psicológico, al metamorfosear en atleta ligero al estudiante entrecano o al millonario melancólico. (...)
Fragmento de "Criptograma para Buster Keaton"
en El cine es una invención post-mortem, Érik Bullot