IMAGEN, PALABRA Y PENSAMIENTO
Josep Casals
En el pensamiento occidental, en cuanto que ha tendido a reducir lo heterogéneo a la mismidad, ha habido una tradicional prevención hacia la imagen. Así, por ejemplo, Pascal la conjura como “maitresse d’erreur et de fausseté”, y en esa estigmatización hay un doble fondo que ya aparece en Platón, cuando, de un lado, identifica la imagen con un eidolon o –en el Timeo– con un “fantasma” móvil, y de otro lado, en el Crátilo atribuye a cada cosa “un ser propio y consistente”. El carácter insidioso de la imagen procede de que es un aparecer actuante y no una cosa, lo cual pone en cuestión el mito nodal del idealismo, la correspondencia entre la perfección del espíritu creador y una identidad persistente de lo creado, pero también el mito de la verdad objetiva hacia la que se encara la ciencia en el momento inaugural de ese arco civilizatorio que llamamos burgués y que hallará su plena autoconciencia en el liberalismo y el positivismo.
Como ha explicado Walter Benjamin –y después, de modos distintos, Giorgio Agamben y Michael Löwy, entre otros–, la racionalidad asociada al carácter abstracto del intercambio mercantil (por el que la vida toma la forma del “equivalente” que se desdobla en mercancía y en dinero) y la aséptica relación sujeto–objeto de la ciencia y la razón clásicas, orientadas ambas a una aprehensión según el modelo de la posesión y del dominio técnico, han sido factores determinantes de una depauperación de las condiciones y los marcos de experiencia; lo cual ha desarrollado formas de malestar frente a la supremacía de lo cuantitativo y unívoco prácticamente desde el pleno asentamiento del modelo en el siglo XVIII (...)