Botonera

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21.5.14

XXIV. MARGUERITE DURAS. MOVIMIENTOS DEL DESEO. Revista Shangrila nº 20-21, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2014.








(...) El número doble 312-313 de los Cahiers du Cinéma (Junio, 1980) se puso a disposición de Marguerite Duras para que hiciera un monográfico en el que le dieron carta blanca. La coordinación del número la realizó Serge Daney, y tuvo como colaboradores a Pascal Bonitzer, François Regnault y Charles Tesson. El título puesto al número por la Duras fue: Los ojos verdes (Les yeux verts, 1980) En él, a partir de una serie de fragmentos muy eclécticos en cuanto a la forma, Marguerite Duras reflexiona sobre diversos temas, algunos políticos, otros estéticos, y otros sociales o de comunicación. También, cómo no, sobre su propia obra y sobre su papel en la Francia cultural del momento. Duras pertenece a esa estirpe de escritores que han devenido cineastas y su producción fílmica está marcada por esa doble condición de escritor cineasta, que no es lo mismo que cineasta escritor. Chris Marker, por ejemplo, pertenecería al grupo de los cineastas escritores, como también Ingmar Bergman u Orson Welles. Dentro del grupo de los escritores cineastas podríamos hablar de Georges Perec, Sam Shepard o Samuel Beckett. Todo depende de donde caiga el acento, si en su faceta como escritor o en su labor como cineasta. Incluso algunos podrían ser las dos cosas a la vez, como es el caso de Pier Paolo Pasolini. En el caso de Marguerite Duras, creo que en primer lugar hay que nombrar a la escritura, mientras que su cine es una consecuencia directa de ella. En Los ojos verdes, Duras nos habla de su concepción del cine en relación con su posición como intelectual del momento, pero, sobre todo, en relación con el oficio de escritora y, en consecuencia, en relación con la literatura y la cultura. Sin embargo, y aunque la escritura es su razón de ser, esto no hace de ella menos cineasta que el más puro de los directores de cine. Bien al contrario, su mezcla la hace especialmente sensible al hecho cinematográfico, pues, al decir de André Bazin, el cine es un arte impuro. Y a partir de ahí, ella instaura un camino muy fructífero que, pese a ser minoritario, no ha dejado de ser uno de los más seminales de las últimas tendencias de la expresión fílmica, así como también de la expresión literaria. (...)




Una escritura fílmica de la pérdida
Nacho Cagiga