Si queremos regresar a un mundo verdadero, que implique que admitamos los límites del lenguaje y que sepamos cómo usar la ficción al servicio de la verdad y no al servicio del deseo ilimitado, entonces necesitamos cambiar la ficción. (...) La responsabilidad de los artistas contemporáneos es la de proponer una nueva ficción. No es fácil porque al
principio las nuevas ficciones no son reconocibles.
Resultan extrañas en un mundo dominado por la competición y el dinero. La creación de nuevos modos de ficción y nuevos modos de crear ficción es de suma importancia.
Alain Badiou
Tout amour vécu est une dégradation de l’amour
(Todo amor vivido es una degradación del amor)
Aucun amour au monde ne peut tenir lieu de l’amour
(Ningún amor en el mundo puede hacer las veces del amor)
Los caballitos de Tarquinia (Les petits chevaux de Tarquinia, Marguerite Duras, 1953)
Marguerite Duras pertenece al escaso grupo de escritores que ha simultaneado su quehacer literario con una amplia carrera cinematográfica, pero la naturaleza de su caso resulta extremadamente particular, pues además de ser la única mujer de su tiempo con este bagaje se encuentra entre los contados escritores –en dura pugna con Pier Paolo Pasolini– que han logrado conformar una obra cinematográfica compacta, coherente y arriesgada, a la altura, o incluso superior, a la obra literaria que les ha dispensado fama. Sin embargo, al contrario que Pasolini, su extensa filmografía es abrumadoramente desconocida, con lo que su faceta como cineasta carece de la necesaria difusión y del merecido reconocimiento. (...)
Marguerite Duras. La lepra del corazón
Jesús García Hermosa