India Song, Marguerite Duras, 1975
El amor en duermevela
Hay frases, ritmos, puntuaciones, que se deslizan sobre el profundo inconsciente de los sueños. Hay imágenes que no pueden desligarse de la textura de lo onírico, y que no sobreviven a la luz diurna de la vigilia. Hay imágenes recreadas mediante palabras (imágenes soñadas que leemos) y frases materializadas frente a la luz (palabras dibujadas por las imágenes). Las obras de Marguerite Duras son creaciones que viven en los sueños, experiencias oníricas, siempre al límite entre lo que el recuerdo y la imaginación dejan filtrar a la conciencia. Las obras de Marguerite Duras, por lo tanto, son obras de amor, porque el amor, real o imaginado, es la experiencia más próxima a la textura de los sueños. Como si solo pudiéramos comprender el amor cuando, efectivamente, ignoráramos que puede no haber sucedido nunca, cuando descubriéramos que no hemos despertado del sueño.
Quizás sea el amor lo que podemos encontrar entre el sueño y la muerte, aquello que no puede sobrevivir cuando la mirada es demasiado prístina. Y quizás sea por eso que se ha movido siempre Marguerite Duras con tanta facilidad (reinventando la manera de escribir, redescubriendo los nexos entre las frases y las palabras, entre nuestras conexiones mentales) en la materia siempre huidiza, en los límites tan volubles, del amor, el deseo, el sueño y la muerte.
Pero no basta con dormir. Debemos abrir un ojo para encontrar esa música de las imágenes escritas, para detectar sin sobresaltarnos la textura de nuestras propias vivencias, o para descubrir una fuerte emoción en aquel instante que en su momento consideramos banal y que el letargo de la noche hace aflorar de nuevo. (...)
Hay frases, ritmos, puntuaciones, que se deslizan sobre el profundo inconsciente de los sueños. Hay imágenes que no pueden desligarse de la textura de lo onírico, y que no sobreviven a la luz diurna de la vigilia. Hay imágenes recreadas mediante palabras (imágenes soñadas que leemos) y frases materializadas frente a la luz (palabras dibujadas por las imágenes). Las obras de Marguerite Duras son creaciones que viven en los sueños, experiencias oníricas, siempre al límite entre lo que el recuerdo y la imaginación dejan filtrar a la conciencia. Las obras de Marguerite Duras, por lo tanto, son obras de amor, porque el amor, real o imaginado, es la experiencia más próxima a la textura de los sueños. Como si solo pudiéramos comprender el amor cuando, efectivamente, ignoráramos que puede no haber sucedido nunca, cuando descubriéramos que no hemos despertado del sueño.
Quizás sea el amor lo que podemos encontrar entre el sueño y la muerte, aquello que no puede sobrevivir cuando la mirada es demasiado prístina. Y quizás sea por eso que se ha movido siempre Marguerite Duras con tanta facilidad (reinventando la manera de escribir, redescubriendo los nexos entre las frases y las palabras, entre nuestras conexiones mentales) en la materia siempre huidiza, en los límites tan volubles, del amor, el deseo, el sueño y la muerte.
Pero no basta con dormir. Debemos abrir un ojo para encontrar esa música de las imágenes escritas, para detectar sin sobresaltarnos la textura de nuestras propias vivencias, o para descubrir una fuerte emoción en aquel instante que en su momento consideramos banal y que el letargo de la noche hace aflorar de nuevo. (...)
del amor en las ficciones de Marguerite Duras