Marguerite Duras y Xavière Gauthier en Neauphle-le-Château - La casa de la escritura
(...) Mañana iré a su casa, iré a Calcuta, a Nevers, a S. Thala, a Hiroshima, porque en todas ellas está la casa de Marguerite, allí está Neauphle-le-Château.
Esa casa imperceptible, ese hogar de la escritura que permaneció fuera de cuadro a lo largo de toda su vida, invisible hasta para ella misma hasta que la compró y la hizo suya aunque la llevase dentro desde siempre. No es la casa la que hace a la persona sino al contrario. El lugar en el que se vive lo crea uno, lo amuebla o desnuda, se rodea de vallas o se deja abierto dependiendo de unas necesidades exclusivas, inaplazables, cambiantes. Querer aislarse o simplemente estar aislado desde dentro. La casa de Marguerite, como también ella pese a sus esfuerzos por contar, vivió fuera de campo. Su mirada profunda se fraguó en el espacio donde habitó su escritura. Siempre fue así aunque no pudiera verse, solo podía sentirse a través de sus letras. Un escenario distinto pero igual poblado por imágenes y personajes que se abren y cierran sin respuestas. Y siempre detrás de todos ellos, aunque no se desvelase, estaba la casa. (...)
Esa casa imperceptible, ese hogar de la escritura que permaneció fuera de cuadro a lo largo de toda su vida, invisible hasta para ella misma hasta que la compró y la hizo suya aunque la llevase dentro desde siempre. No es la casa la que hace a la persona sino al contrario. El lugar en el que se vive lo crea uno, lo amuebla o desnuda, se rodea de vallas o se deja abierto dependiendo de unas necesidades exclusivas, inaplazables, cambiantes. Querer aislarse o simplemente estar aislado desde dentro. La casa de Marguerite, como también ella pese a sus esfuerzos por contar, vivió fuera de campo. Su mirada profunda se fraguó en el espacio donde habitó su escritura. Siempre fue así aunque no pudiera verse, solo podía sentirse a través de sus letras. Un escenario distinto pero igual poblado por imágenes y personajes que se abren y cierran sin respuestas. Y siempre detrás de todos ellos, aunque no se desvelase, estaba la casa. (...)
Neauphle-le-Château. Donde vive la escritura.
Olvido Marvao
Olvido Marvao