Pintura de Francisco Regueiro
La vocación pictórica de Francisco Regueiro, hemos de buscarla, tal y como señala el artista en el origen mismo de su existencia. Los recuerdos de su infancia, traen a su memoria aquellas tardes en las que, apoyado sobre la mesa de la cocina, —ese mito, por otra parte, tan hogareño, tan de nuestro país— manchaba el papel de rojos bermellones, con la idea de copiar la figura de Pinocho inmersa en un atardecer. En esos momentos, nada hacía suponer a su familia que, lo que parecía solo un entretenimiento molesto, con el que todo lo manchaba, se convertiría en una forma de expresión que ha venido marcando las distintas etapas de la vida de este artista vallisoletano. Podríamos decir sin miedo a equivocarnos, que la pintura se ha constituido en el resumen de toda una vida y en uno de los últimos triunfos de Francisco Regueiro.
A pesar de los reproches familiares, Regueiro siguió pintando de forma secreta. Llevado por una manera de mirar y de admirar, e influenciado por un dibujante del Marca apodado Cronos —en aquella época en la que el artista es fichado como futbolista profesional en el Real Valladolid—, encuentra la armonía en la deformación de los rostros de aquellos futbolistas caricaturizados cuyos rasgos y la coloración de los mismos estudia al detalle.
1. El humor gráfico de Francisco Regueiro
Su primer contacto con el dibujo de manera profesional, se establece a través de un dibujante que trabaja por entonces para el Norte de Castilla de Valladolid, quien tras conocer una de las caricaturas de Regueiro, lo pone en contacto con el periódico y con quien fuera su director en esos años, Miguel Delibes. Después de aprobar unas oposiciones convocadas por el Banco de Santander siguiendo la trayectoria paterna5, el Norte de Castilla supone para él la salida que andaba buscando; así se pone de manifiesto en la siguiente afirmación: “En el periódico descubrí un mundo en el que me reconocí en seguida: aquel olor a tinta, la imprenta, las linotipias; allí empecé a expresarme como caricaturista”.6 Efectivamente, allí realiza dibujos siempre sin palabras, vinculados al humor negro que atraviesa esa faceta suya de dibujante adscrita a la prensa, en la que podemos encontrar ejemplos como ese agricultor que, maltratado por las inclemencias del clima castellano ve, finalmente, cómo crece una espiga de trigo.
1954 es el año en el que Regueiro se incorpora al Norte de Castilla, tal y como acabamos de mencionar, y paralelamente, a través de un sacerdote, publica algunos de sus dibujos de humor en Il Popolo, en Roma. Pero es dos años (...)
Poesía, humor, forma y color
en la pintura de Francisco Regueiro
Ana Melendo
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Ana Melendo
Me enveneno de cine
Amor y destrucción en la obra de Francisco Regueiro
VV.AA
Amor y destrucción en la obra de Francisco Regueiro
VV.AA
Coordinación:
José Luis Castro de Paz / Xosé Nogueira
José Luis Castro de Paz / Xosé Nogueira
Hispanoscope libros 3
17x25cm. - 316 páginas
17x25cm. - 316 páginas
ISBN: 978-84-941753-7-4
PVP: 20.00 euros
PVP: 20.00 euros