Cuentos y leyendas, RTVE, 1968-1976
Hoy día poca gente habla de las relaciones entre el cine y la televisión. Es posible que esta ausencia pública se justifique porque desde hace un par de décadas la evolución de ambos medios ha sido cada vez más divergente y, en consecuencia, el interés de los analistas se limita ahora a observar cómo algunas series son adaptadas para la pantalla grande o la productividad que se consigue cuando profesionales de un medio dan el salto y trabajan en el otro lado de la orilla audiovisual. La ausencia sorprende; en esencia, porque durante muchas décadas del siglo pasado nadie dudaba que el cine y la televisión compartían mucho ADN, y por ello las disputas sobre sus mixturas, las interrelaciones e influencias mutuas recorrían el quehacer de la estética, la economía o los cambios en la percepción de los espectadores (tamaño de pantalla, atención de los públicos, color...). Innegablemente, cada cultura y tradición fílmica y televisiva incidía en unos u otros aspectos de esas relaciones. Así, en el ámbito de la cultura crítica francesa se recordaba que en uno de sus últimos comentarios escritos el afamado André Bazin se hacía eco de los placeres de ser televidente de largometrajes, o en fechas posteriores otro renombrado analista como Serge Daney se tomaba muy en serio en Libération el observar sin prejuicios los programas televisivos. En Estados Unidos estuvieron atentos a lo que supuso para el llamado séptimo arte las aportaciones de la llamada “Generación de la Televisión”, formada entre otros por Robert Altman, Robert Mulligan y Sydney Lumet. En Gran Bretaña se atendía a la manera que desde la televisión se creaba la noción del realismo social característico de algunos cineastas como Ken Loach. Y luego, en toda Europa, se reflexionaba sobre la manera en que las televisiones públicas podían financiar a la industria cinematográfica, desde algunos de los largometrajes de los hermanos Taviani a la irrupción de las cadenas como productores cinematográficas como Channel Four Films.
En España todo siempre es más modesto o reducido. A pesar de que desde los tempranos años sesenta el tema está presente en las revistas especializadas se profundiza muy poco en la imbricación lingüística o estética de ambos medios. En ese tiempo, las más de las veces las relaciones estuvieron marcadas por lo que acaecía en Italia ( Leonardo da Vinci, Renato Castellani, 1971, es sin lugar a dudas el trabajo televisivo más admirado por los cineastas españoles de los años setenta). Incluso debe recordarse que TVE fue uno de los coproductores de Los hechos de los apóstoles (1969), una de las obras televisivas de Roberto Rossellini cuando este decidió que había que laborar para la pequeña pantalla, constando que solo frente a ella se congregaba la gente, los espectadores. Luego, de lo que más (...)
La pantalla furtiva: Francisco Regueiro en TVE
Manuel Palacio / Concepción Cascajosa
Manuel Palacio / Concepción Cascajosa
Me enveneno de cine
Amor y destrucción en la obra de Francisco Regueiro
VV.AA
Amor y destrucción en la obra de Francisco Regueiro
VV.AA
Coordinación:
José Luis Castro de Paz / Xosé Nogueira
José Luis Castro de Paz / Xosé Nogueira
Hispanoscope libros 3
17x25cm. - 316 páginas
17x25cm. - 316 páginas
ISBN: 978-84-941753-7-4
PVP: 20.00 euros
PVP: 20.00 euros