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14.4.14

IV. ME ENVENENO DE CINE. AMOR Y DESTRUCCIÓN EN LA OBRA DE FRANCISCO REGUEIRO, José Luis Castro de Paz / Xosé Nogueira (Coords.), Hispanoscope libros 3, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2014.




Francisco Regueiro



Pese al mojón incuestionable que en el estudio de la obra artística de Francisco Regueiro (Valladolid, 1934) supuso en su día la publicación del libro-entrevista de Carlos Barbáchano (1989, Filmoteca Española), la rugosa densidad de la misma todavía está por desentrañar en profundidad, tratándose como se trata, sin duda alguna, de uno de los más singulares creadores españoles de la segunda mitad del siglo XX.

Cineasta venenoso y dinamitero, creador libre, polifacético (ya había sido futbolista profesional, escritor y dibujante en
La Codorniz antes de rodar su primer largo) y radicalmente independiente, corrosivo, inquietante y arriesgado, voluntariamente marginal, autodidacta en sus orígenes, Regueiro constituye una figura referencial, en verdad capital en el contexto del cine español. Y ese lugar –estamos convencidos– no puede ser reivindicado de manera más eficaz que a través del análisis formal, pausado y profundo, de sus trabajos audiovisuales (cinematográficos y televisivos) y pictóricos. Solo desde ese locus analítico adquirirá auténtico valor la constante referencia de la crítica a sus influencias pictóricas (Zurbarán, Goya, Solana…), literarias (la novela picaresca, Galdós, Gómez de la Serna, Valle-Inclán, Fernández Flórez…., por citar solo las de la literatura española) o fílmicas (de Luis Buñuel a Luis García Berlanga, de Orson Welles a Alfred Hitchcock…); a la candente fusión que su obra destila entre lo trágico y lo grotesco, lo lírico y lo tremendista, lo intimista y lo cruel; al intransferible y dolorido surrealismo ibérico que obtiene del crisol de elementos heterogéneos algunos de sus más punzantes y brutales chispazos estéticos.

Únicamente partiendo de las metodologías del análisis formal, fílmico o pictórico, podremos, en fin, aproximarnos con rigor a los sentidos de las complejas y transgresoras iconografías reguerianas –¡esa mujer monstruosa y deseante y su coño “provinciano”­!–, a las constantes semánticas de su “cosmovisión” (de nuevo con la mujer y la provincia como puntos de partida, familiares y opresivas, “creadoras” de un antihéroe infantilizado e incestuoso), a la espesa naturalidad con la que, en su obra, se amalgaman, cual lúcido vómito esperpéntico, la represión familiar y la de la dictadura, la de su recurrente personaje-niño simbólicamente limitado y la de la sociedad española incapaz de desenvolverse en libertad.

En su filmografía (pero también en sus declaraciones, como el lector podrá comprobar en la jugosa entrevista que para este volumen le hizo José Vicente Santamaría) el tema de “la muerte del padre” (e incluso, literalmente, del parricidio) toma cuerpo de manera obsesiva y siempre estrechamente vinculado al franquismo, pero no menos lo hacen los ecos de lo que, no por casualidad, el psicoanálisis ha llamado la “Imago primigenia”, la primera figura a cuyo retorno imposible se encamina vanamente, siempre fracasando, el deseo masculino, enturbiando cuando no dando al traste con las relaciones con el otro sexo.

Nada más lógico, pues, que en el universo regueriano dictadura/censura se identifique(n) con castración (“a mí me castraron, me cortaron las alas de una vez por todas con
Amador”, dirá en más de una ocasión) y que las mutilaciones de sus personajes vengan simultánea e inextricablemente determinadas por sus problemas edípicos y por la España reprimida y gris de la provincia de los años sesenta. Así, el análisis documental y en ocasiones casi naturalista del triste “buen amor” de su primer filme da paso, ya en Amador, al tenebroso dibujo de un personaje metafóricamente mutilado de guerra, víctima cruenta de una educación religiosa y sexual dura y reprimida, un niño dominado por la madre, a la vez atraído y temeroso de la mujer. Un personaje que, con matices, tendrá continuidad en la galería de solitarios, desquiciados y desolados hombrecillos que pululan, doloridos y malvados, por las imágenes de su cine, y que tan bien podrían ejemplificar los protagonistas, magistralmente interpretados por José Luis López Vázquez, de Carta de amor de un asesino (1972) y Duerme, duerme, mi amor (1974).

Y nada ha de extrañar, tampoco, que
Madregilda (1993) su último filme hasta la fecha –escrito, como las excepcionales Las bodas de Blanca (1975), Padre nuestro (1985) y Diario de invierno (1988), con el desaparecido Ángel Fernández Santos–, constituya la fantasmagórica y esperpéntica bajada a las cloacas del origen, de la memoria propia (y colectiva), al lugar donde conviven, en hasta aquí irrepresentable pecado, Franco y la madre, una “madre imaginaria” que en singular hallazgo, se (con)funde en la pantalla (en una imagen a la que por cierto recurre ese mismo año, y utilizando también a Charo López, el Pedro Almodóvar de Kika [1993]) con la Rita Hayworth de Gilda (1946), el célebre filme de Charles Vidor, motivo de excomunión en la miserable posguerra nacionalcatólica. Excelsa y herida, la obra de Francisco Regueiro nos ofrece otro discurso sobre las miserias de nuestra historia contemporánea, pero uno parido con dolor desde sus obsesiones personales. Y la familia y el matrimonio (a menudo provincianos), cédulas primarias del nacionalcatolicismo franquista, son en él, y simultáneamente, el marco de su mirada corrosiva y el primigenio motivo de su ensoñación, a la vez desconsolada y humorística, lúdica y dolorosa (...)

Fragmentos de la Introducción
José Luis Castro de Paz / Xosé Nogueira


Me enveneno de cine
Amor y destrucción en la obra de Francisco Regueiro
VV.AA
Coordinación:
José Luis Castro de Paz / Xosé Nogueira


Hispanoscope libros 3
17x25cm. - 316 páginas
ISBN: 978-84-941753-7-4
PVP: 20.00 euros