Botonera

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13.3.14

XIII. "JUGAR CON LA MEMORIA. EL CINE PORTUGUÉS EN EL SIGLO XXI", Revista "A Quarta Parede" (Coordinación: Horacio Múñoz Fernández / Iván Villarmea Álvarez), The Searchers libros 2, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2014.




Juventude em Marcha, Pedro Costa, 2006


Portugal siempre ha estado ahí, pero no lo vemos: es como la mancha gris del mapa del tiempo, un espacio vacío al que no estamos acostumbrados a mirar. Y la historia no nos ayuda, no tanto como debería: solo nos acordamos de nuestros vecinos del oeste en aquellos periodos en que ambos formamos parte de la misma unidad política, ya sea la Hispania romana o la dinastía filipina, pero poco más, el resto es un agujero negro.

El desencuentro histórico entre España y Portugal procede de nuestros propios complejos, como bien apunta Xurxo González citando a Miguel de Unamuno en la introducción de este volumen. Y es que la evolución de ambos países, más que paralela, es prácticamente la misma, solo que responde a dos temporalidades diferentes. Al este de la frontera, por desgracia, no nos hemos dado cuenta del carácter precursor de muchos episodios de la historia portuguesa, capaces de anticipar determinados procesos que tarde o temprano iban a afectar también a nuestro país. El ejemplo más evidente es la expansión ultramarina de los siglos XV y XVI, fruto de unas mismas causas y actitudes, aunque las estrategias y, sobre todo, los resultados fueron diferentes: los portugueses iniciaron la exploración del océano Atlántico a principios del siglo XV, pero un siglo después fueron los españoles los que se adelantaron en la conquista y colonización de América. Desde entonces, España y Portugal compiten entre sí por ser los primeros en adentrarse en una nueva fase histórica, pero la prioridad lusa se repite cada vez que se acerca un punto de inflexión: los ejércitos napoleónicos invadieron Portugal un año antes de que comenzase la Guerra de la Independencia española; el Estado Novo de António Oliveira Salazar no fue, como se pensó en su momento, la respuesta portuguesa a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, sino un aviso de lo que iba a ser el régimen franquista; la Revolución de los Claveles emprendió el camino hacia la democracia prescindiendo de la vieja élite gobernante, mientras que posteriormente la transición española tuvo que aceptar un pacto de amnesia para poder llegar a buen puerto; y por último, por no entretenernos más en esta genealogía, el difícil presente portugués, protagonizado por la crisis, el rescate y la troika, es de nuevo otra bola de cristal en la que ahora mismo nosotros no queremos ni mirarnos.

El cine español, por su parte, debería atender a los avisos de navegantes que le llegan desde el oeste, pero sus deseos de grandeza no le permiten ver otra fórmula más que la imitación frustrada de las cinematografías más potentes del continente europeo: primero fue Italia, mientras duró, y desde hace mucho también Francia, una utopía inalcanzable debido a las diferencias abismales que hay en términos de mercado, industria, política y tradición. Quizás no se trate tanto de producir masivamente Almodóvares y Amenábares que dominen el mercado local y sean aptos para la exportación (aunque de vez en cuando la cosecha sí dé para lo imposible), sino de encontrar las vías adecuadas para financiar ese otro cine, bastante más longevo que las cifras de taquilla, que se columpia entre la industria y la vanguardia, la destreza y la experimentación, el público autóctono (minoritario, cierto) y el acceso a festivales internacionales, un territorio en el que, de nuevo, los portugueses nos llevan años de ventaja. Paulo Branco, por ejemplo, parecía simplemente una versión más joven de Elías Querejeta en la década de los ochenta, pero con los años se ha revelado poco menos que como uno de los grandes “padrinos” del cine europeo. En la última década, además, su modelo ha servido de inspiración para alguien como Lluís Miñarro, que parece que sí aprendió en su día la lección de la Escuela de Barcelona: “si no podemos hacer Victor Hugo”, decía ese gran visionario que fue Joaquim Jordá, “haremos Mallarmé”. (...)



Fragmento de
UN CINE NACIONAL PARA UNA ÉPOCA TRANSNACIONAL
Por Horacio Muñoz Fernández / Iván Villarmea Álvarez



JUGAR CON LA MEMORIA
EL CINE PORTUGUÉS EN EL SIGLO XXI

A CUARTA PAREDE

(Coordinación: Horacio Múñoz Fernández / Iván Villarmea Álvarez)



The Searchers libros 2
17x24cm. - 236 páginas
ISBN: 978-84-941753-4-3
PVP: 18.00 euros