A Espada e a Rosa, João Nicolau, 2010
La obra de João Nicolau se abre con una imagen misteriosa. En Rapace (João Nicolau, 2006), tres figuras protegidas por las sombras nocturnas se reúnen en la calle, ante un antiguo muro con grandes columnas. Una frágil luz tintinea –bien podría tratarse de una farola de gas del s.XIX o del intermitente de un camión de la basura actual– y un sonido constante insiste, una mezcla entre el silbido de un viento que no se percibe en la imagen y un pitido cuyo origen es imposible de determinar. El encuadre apenas muestra un pequeño segmento de la calle. En el instante en el que las tres siluetas se juntan, un amenazante travelling se acerca hacia ellas para ser partícipe del secreto que comparten. Para evitar ser descubiertos por la cámara, uno de ellos levanta la capa negra con la que va ataviado y se emboza junto a los demás. El espectador queda sumido en la oscuridad. El filme nace de ese negro, bajo el signo de esa conjura. De ahí surge la imagen de Hugo (Hugo Leitão), estirado en la cama, abandonado a una vida apática una vez terminados los estudios.
De hecho, toda la obra de Nicolau nace de ese instante cargado de incertidumbre y misterio. En el inicio de Rapace encontramos algunas de las claves del cine de João Nicolau. Esa imagen inaugural, propia de una escena de la Historia de los trece de Honoré de Balzac, deja paso a la realidad lisboeta, al día a día de un joven estudiante, sin trabajo, que se dedica a componer canciones rap junto a su amigo y vecino Manuel (Manuel Mesquita). La cotidianía, anodina e inercial, se ve asociada a un misterio insondable –propio de un relato de género o de una ficción folletinesca, de un filme musical o de aventuras–, alejado de aquella realidad desidiosa que se nos muestra. Se trata de un enigma cuya existencia o dimensión real a menudo es imposible de definir. En los filmes de Nicolau, ambos elementos conviven; a veces chocan y se interfieren (con resultados totalmente imprevisibles); en otras ocasiones parecen desarrollarse en paralelo sin que se produzca una conexión directa. (...)
De hecho, toda la obra de Nicolau nace de ese instante cargado de incertidumbre y misterio. En el inicio de Rapace encontramos algunas de las claves del cine de João Nicolau. Esa imagen inaugural, propia de una escena de la Historia de los trece de Honoré de Balzac, deja paso a la realidad lisboeta, al día a día de un joven estudiante, sin trabajo, que se dedica a componer canciones rap junto a su amigo y vecino Manuel (Manuel Mesquita). La cotidianía, anodina e inercial, se ve asociada a un misterio insondable –propio de un relato de género o de una ficción folletinesca, de un filme musical o de aventuras–, alejado de aquella realidad desidiosa que se nos muestra. Se trata de un enigma cuya existencia o dimensión real a menudo es imposible de definir. En los filmes de Nicolau, ambos elementos conviven; a veces chocan y se interfieren (con resultados totalmente imprevisibles); en otras ocasiones parecen desarrollarse en paralelo sin que se produzca una conexión directa. (...)
Fragmento de
SHOWTIME! JUGAR CON JOAO NICOLAU
Por Fran Benavente / Glòria Salavadó Corretger
JUGAR CON LA MEMORIA
EL CINE PORTUGUÉS EN EL SIGLO XXI
A CUARTA PAREDE
(Coordinación: Horacio Múñoz Fernández / Iván Villarmea Álvarez)
A CUARTA PAREDE
(Coordinación: Horacio Múñoz Fernández / Iván Villarmea Álvarez)
The Searchers libros 2
17x24cm. - 236 páginas
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ISBN: 978-84-941753-4-3
PVP: 18.00 euros
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