La eternidad y un día, Theo Angelopoulos, 1998
Quizás la Palma de Oro colmó todas sus aspiraciones o, quizás también, La eternidad y un día ya fue en su momento algo así como un digest de su cine anterior, un artefacto prefabricado que, limando buena parte de las aristas de su cine, tenía como objetivo prioritario alcanzar el máximo galardón en el principal certamen cinematográfico mundial. En realidad el cine de Angelopoulos ya había sido objeto de una suerte de lifting que intentaba acercarlo a un público más amplio desde varios años atrás. Ya desde Alejandro el Grande (O Megalexandros, 1980), en la que había contado con la participación del actor italiano Omero Antonutti, pero sobre todo a partir de El apicultor (O melissokomos, 1986), en la que contó con la presencia de Marcello Mastroianni, al igual que luego en El paso suspendido de la cigüeña (To meteoro vima tou pelargou, 1991), los papeles protagonicos acostumbran a reservarse a una gran figura internacional. Esta tendencia culminará con Harvey Keitel como insospechado protagonista de La mirada de Ulises (To vlemma tou Odyssea, 1995) y Bruno Ganz en La eternidad y un día, antes de plantear todo un cast de estrellas internacionales en El polvo del tiempo (Willem Dafoe, Bruno Ganz, Michel Piccoli, Irère Jacob). No es el único signo de esta internacionalización de sus producciones. Desde 1984 con Viaje a Citera (Taxidi sta Kythira, 1984), el guionista italiano Tonino Guerra se convierte en colaborador habitual en las escritura de sus películas. Santos Zunzunegui, en un magnífico artículo para Caimán Cuadernos de Cine, “El gusano en la manzana”, atribuye al encuentro con Guerra el “anquilosamiento retórico” del cine de Angelopoulos. En cualquier caso, esta (...)
Ascensión y caída
Jaime Pena
THEO ANGELOPOULOS
EL PASO SUSPENDIDO: PUNTO DE ENCUENTRO
Shangrila revista nº 18-19
20x28cm. - 328 páginas
20x28cm. - 328 páginas