Banda Aparte
está compuesto por una selección de artículos aparecidos en
Banda Aparte. Revista de cine - Formas de ver (1994 - 2001)
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AL AZAR BALTASAR
(O POR QUÉ NO SE ABURREN LOS BURROS)*
POR ISABEL ESCUDERO
(O POR QUÉ NO SE ABURREN LOS BURROS)*
POR ISABEL ESCUDERO
Al azar Baltasar
Esta película de Bresson es
una combinación proporcionada de pareja
de contrarios, que se encuentra ya bien expresada en el título: Al azar Baltasar. Baltasar es un burro,
es el destino de un burro, es la predestinación
de un burro… El azar es lo otro, lo
que no es el burro, lo que sucede a
los demás, la posible indeterminación;
jansenismo frente a libertad. Eso,
como hipótesis, al comienzo del experimento. Al final queda demostrado,
claramente, que ‘destino’ y ‘azar’ son lo mismo, y lo uno sostiene y dramatiza
a lo otro, y lo que mata al pobre burro no es su terca costumbre de ¿ser? de hacer de burro, desde que nace hasta que
muere, sino los malos azares que se desprenden de las Almas de los hombres
-¿por “ser” hombres?- por los que atraviesa. Al azar Baltasar, viene a ser una
demostración pascaliana de que ambas cosas son imposibles separadamente, y que
cualquier intento de separación es una vana ilusión de los que prefieren seguir
compartimentando la vida por miedo a
vivirla.
Al azar Baltasar
¿Qué otra cosa sabia nos
dice Baltasar? El burro, esa es la gloria del burro, de cualquier burro, es que
no se aburre, no tiene esa condena
del tiempo vacío que hace que los humanos bullan y rebullan en satánica danza
de acá para allá, huyendo despavoridos del miedo a que no les pase nada. Escapa
a esa esclavitud humana no solo a la idea de la muerte futura sino a un
presente siempre en fuga: invisible. La película como es habitual en Bresson,
pero más enternecedoramente que otras veces, es un ejercicio de entendimiento –de razón en marcha-
cercano (en primeros planos) a los hombres y las cosas, a sus sentimientos. Y
digo de las cosas, porque a Bresson
le interesan mucho las cosas, ese lado de las cosas de los humanos, y ese lado
humano de las cosas, y eso parece estar bien visto en la mirada lateral de los asnos. No nos extraña nada que esa mirada y
esa cabeza de Platero hayan impresionado tanto a un pensador tan plástico y
lógico al mismo tiempo, como Bresson. Esta pintura razonable y nítida que
aparece como un palimpsesto de vida antigua y desengañada por debajo de las
farragosas tramas de los humanos se repite en casi toda la obra de Bresson como
una cuestión de método, como un razonamiento que husmea la verdad por debajo de
las verdades particulares. Por eso lo que cuenta tiene siempre un efecto
parabólico: está contando otra cosa.
Al azar Baltasar, tiene
también un destino contradictorio, al mismo tiempo itinerante y estático: Se mueve cuando se para, y se para cuando se mueve, es una
composición viva de esos dos contrarios. Esta encarnación de personajes
antagónicos y paralelos se ha dado mucho en la literatura itinerante, por
ejemplo en la pareja de Don Quijote y Sancho Panza, y en el cine itinerante,
por ejemplo en La Vía Láctea de
Buñuel (película cuya estructura nos recuerda bastante a Baltasar por su naturaleza mixta de participación entre la
Predestinación y la Libertad que presiden los episodios de este filme)
El burro participa de una
cierta naturaleza centáurica. En la
película aparecen otros personajes paralelos al burro, otros burritos como
Marie, la muchacha a la deriva delazar, y a la que nada le vale su grandeza,
ante la necesidad de beber para ser malo.
Como en otras películas de Bresson, la Moral aparece muy enraizada en la vida
de las gentes; se abunda en el problema del Mal, pero no como una elección
moralista, sino como una condena
inevitable, como las espinas en las rosas, como
“el diablo probablemente…”. El acercamiento de Bresson al mundo y al
comportamiento de las personas es largamente reflexivo; se sienten vivas sus
preocupaciones buenamente “filosóficas” por un lado, y por el otro se siente
también el pintor intuitivo, certero, exacto.
Esta mezcla bien articulada vierte en cambio sensualidad erótica, al menos en
esos gestos del que no sabe que es visto, del que es sorprendido, y son los ojos de los otros (espectador en su butaca
incluido) los que cazan al vuelo esta sensación, como los gamberros espían en
la película, escondidos en la noche, todo el erotismo de la nínfula adoradora
de la cabeza del burro. Es una obra en que los
detalles cobran valores de significación, en tanto los planos son unidades
insignificantes que solo tienen su razón en el montaje, en el contexto, y en la
secuencialización; tiene un ritmo interno arquitectónico, articulado, que sin
embargo se resuelve hacia fuera en suavidad y entendimiento.
Resumiendo, diremos que Al azar Baltasar es una de las películas
más enteras de Bresson, y una de las más cargadas de su buen estilo que, aún
siendo tan “personal”, acierta con una especie de lógica o razón común.
Al azar Baltasar
*Este texto se publicó en
Banda Aparte. Revista de cine –
Formas de ver nº 6
Valencia: Ediciones de la Mirada, febrero 1997