COORDINADOR: AGUSTÍN RUBIO ALCOVER
BELLO CUEVAS, José Antonio:
Cine mudo español. 1896-1920.
Ficción, documental y cortometraje.
Barcelona: Laertes, 2010
Cine mudo español. 1896-1920.
Ficción, documental y cortometraje.
Barcelona: Laertes, 2010
La aparición de este trabajo de referencia, que su autor define como “una compilación de lo ya conocido añadiendo nuevos títulos y nuevos datos” por lo que respecta al establecimiento de “un catálogo inicial o primigenio de la producción cinematográfica española en la etapa 1896-1920, determinada por la desaparición física (casi total) de la misma” (p. 16), coincide con la publicación, en sucesivas entregas a lo largo de las últimas décadas, de los catálogos que ponen al día la producción de diversas décadas. (1) Una incógnita clamorosa, en la que no queremos ahondar pero a la que no podemos hacer oídos sordos, resulta el hecho de que un profesional del departamento de fondos fílmicos de la citada institución haya dado a la imprenta un empeño complementario de esa tarea de grupo fuera de la colección oficial, a través de una editorial comercial. Una aclaración no habría estado de más, siquiera para no dar pábulo a las elucubraciones, de lo contrario inevitables. (2)
1. A saber, los Catálogos del cine español. Films de ficción de 1931-1940 (volumen F-3, de Juan B. Heinink y Alfonso C. Vallejo. Madrid: Cátedra-Filmoteca Española, 2009); 1921-1930 (volumen F-2, a cargo de Palmira González y Joaquín Cánovas Belchí y publicado a solas por Filmoteca Española en 1993; y 1931-1940 (volumen F-4, de Ángel Luis Hueso Montón, dado a la imprenta por Cátedra y la susodicha entidad pública en 1998); está, por cierto, en preparación el que abarcará el periodo 1941-1950, de la que se están encargando Ramón Rubio y Alicia Potes.
2. Vale la pena comparar la ficha “de elaboración personal” (p. 16) que Bello Cuevas maneja con la plantilla con la que han trabajado los demás investigadores, casi idéntica tanto en cuanto a ítems como a su ordenación, aunque más escueta en este caso, entendemos que estrictamente por la menor dimensión de los equipos de trabajo y por la escasa disponibilidad de datos fiables al respecto. En todo caso, la similitud no hace sino alimentar la extrañeza.
Entrando ya en el terreno evaluativo, si el texto de contextualización destila en un principio un tono divulgativo algo ingenuo, por momentos hace gala de una erudición estéril –esa sempiterna e impertinente manía de citar la publicación de grandes obras de la literatura universal, el estreno de piezas teatrales y zarzuelas, las exposiciones pictóricas o, en el colmo, la cogida y muerte de toreros (p. 45)– y la redacción en su totalidad peca de un cierto desaseo –a este respecto, resulta especialmente molesto el baile constante de tiempos verbales que de una oración a otra, y aun de cláusula en cláusula, tiene lugar–; es justo reconocer que el autor se esmera en el intento de ofrecer reconstruir, relatando año a año, día a día y a veces hora a hora con un prurito de minuciosidad plausible, las circunstancias en que tuvo lugar la presentación de cada título, la apertura de cada sala, la composición del programa de cada espectáculo y las características de cada aparato…
Pero sin duda el estudio vale sobre todo, como es lógico, en cuanto censo y catálogo. No es momento ni lugar de entrar a fondo en las fichas; y quizás suponga una contradicción y, en un gesto de desprecio en el que no quisiéramos caer, desmerecer una obra que constituye a todas luces un monumento al que generaciones de investigadores habremos de volver la vista y reverenciar. Mas, trazando como no podemos hacer más por ahora con el lápiz grueso de los resultados redondos, hay que poner varios reparos a sendos cuadros de resumen (en pp. 172 y 298-299, respectivamente) que se presentan desglosados en obras de ficción, documentales y reportajes –discriminación ésta que se nos oculta, y que por más que intuyamos, en la medida que no responde a un consenso científico al respecto, debiera haber sido expuesta–: la cifra global se reparte entre las 564 fichas que componen la filmografía de los tres lustros que van de 1896 a 1910 y las 673 del decenio 1911-1920 –el problema es que en la tabla que funde los datos de una y otra, erróneamente encabezada, por cierto, como “Producción 1896-1910”, cuando debiera indicar “1896-1920”, las cuentas no salen, porque, manejando los mismos números, el total suma 1.234; pero la adición de 564 y 673 asciende a 1.237. En fin, estos dos errores, bastante desafortunados por notorios, más la falta de la correspondiente versión gráfica de los resultados, que habría contribuido sobremanera a la comprensión de manera visual de la evolución de la industria patria de los tiempos estudiados, son apenas detalles (3) que no deben desviar la atención: bien encuadrado, de cuerpo entero, y enfocado, este Cine mudo español. 1896-1920 viene a llenar discreta y hermosamente una porción hasta ahora vacante en la fotografía de conjunto de la historiografía del cine español.
3. En el debe de la obra no dejamos de señalar nuestra sorpresa ante un silenciamiento tal vez no malintencionado de la que sin duda es la figura más señera de entre quienes “inicia[ro]n una tarea de revisión de la historia del cine español, ampliando el campo al área de la producción cinematográfica como industria” (p. 16): nos referimos, por supuesto, a Julio Pérez Perucha. Y es que, tanto si su ausencia es deliberada como si responde al olvido, representa a nuestro juicio una mácula mayúscula.
El misterio de la Puerta del Sol, Francisco Elías, 1928